lunes, 31 de marzo de 2014

LA MANIPULACIÓN DE LAS MASAS


VIII. LA MANIPULACIÓN DE LAS MASAS

Primera parte

 

 

Sapere aude. Ten valor de servirte de tu propio entendimiento.

La anterior sentencia fue exclamada por Immanuel Kant en 1784. Podría ser repetida hoy por la misma razón.

Consideraba Kant que la mayoría de los hombres permanecen con gusto bajo la conducción ajena a lo largo de su vida por pereza y cobardía. Por eso les es muy fácil a los otros erigirse en tutores. ¡Es tan cómodo ser menor de edad!. Si tengo un libro que piensa por mí, un sacerdote que reemplaza mi conciencia moral, un médico que juzga acerca de mi dieta, y así sucesivamente, no necesitaré del propio esfuerzo. Con solo poder pagar, no tengo necesidad de pensar: otro tomará mi puesto en tan fastidiosa tarea. Como la mayoría de los hombres tienen por muy peligroso el paso a la mayoría de edad, aquellos tutores ya se han cuidado muy amablemente de tomar sobre sí semejante superintendencia. Después de haber atontado sus reses domesticadas, de modo que estas pacíficas criaturas no osan dar un paso fuera de las andaderas en que están metidas, les mostraron el riesgo que las amenaza si intentan marchar solas. Lo cierto es que ese riesgo no es tan grande, pues después de algunas caídas habrían aprendido a caminar; pero los ejemplos de esos accidentes por lo común producen timidez y espanto, y alejan todo ulterior intento de rehacer semejante experiencia.

Immanuel Kant. “Respuesta a la pregunta ¿Qué es la ilustración?”. 1784

 

 

En la época de Kant los señores feudales eran los que decidían lo que tenían que hacer los hombres y los clérigos decidían lo que tenían que pensar. En nuestros días estas funciones las ejercen los líderes políticos, empresariales y sindicales respecto a lo que tienen que hacer y los medios de comunicación respecto al pensamiento. Por lo demás nada ha cambiado.

Hasta la Segunda Guerra Mundial los individuos no existían como muchedumbre. Cada cual ocupaba un sitio, tal vez el suyo, en el campo, en la aldea, en la villa, en el barrio de la gran ciudad. Ahora, de pronto, aparecen bajo la especie de aglomeración, y nuestros ojos ven dondequiera muchedumbres. La sociedad es siempre una unidad dinámica de dos factores: minorías y masas. Las minorías son individuos o grupos de individuos especialmente cualificados. La masa es el conjunto de personas no especialmente cualificadas. De este modo se convierte lo que era meramente cantidad (la muchedumbre) en una determinación cualitativa: es el hombre en cuanto no se diferencia de otros hombres, sino que repite en sí un tipo genérico. La masa actúa directamente sin ley, por medio de materiales presiones, imponiendo sus aspiraciones y sus gustos. La masa se cree con derecho a imponer y dar vigor de ley a sus tópicos de café.

El movimiento de la Ilustración al que pertenecía Kant defendía que todo individuo humano, por el mero hecho de nacer, y sin necesidad de cualificación especial alguna, poseía ciertos derechos políticos fundamentales, los llamados derechos del hombre. Ahora bien: el sentido de aquellos derechos no era otro que sacar las almas humanas de su interna servidumbre y proclamar dentro de ellas una cierta conciencia de señorío y dignidad. Si se quiere que el hombre medio sea señor no nos debe extrañar que actúe por sí y ante sí, que reclame todos los placeres, que imponga decidido su voluntad, que se niegue a toda servidumbre, que cuide su persona y sus ocios, que perfile su indumentaria. Hoy son atributos que hallamos en el hombre medio, en la masa. El nivel medio de vida se corresponde al de las antiguas minorías y los medios de comunicación han contribuido a ampliar los horizontes de los individuos que han podido seguir desde sus hogares el descenso de Neil Armstrong en la Luna. Las posibilidades de gozar han aumentado en el último siglo de una manera fantástica. Nunca ha podido el hombre medio resolver con tanta holgura su problema económico. A esta facilidad y seguridad económicas hay que añadir las físicas: los medios de transporte y el orden público. La vida se le presenta exenta de impedimentos. Ni tan siquiera en forma de barreras sociales. No hay nadie civilmente privilegiado. Todos los hombres son legalmente iguales. Las masas no ven en las ventajas de la civilización un invento y construcción prodigiosos, que sólo con grandes esfuerzos y cautelas se puede sostener, creen que su papel se reduce a exigirlas perentoriamente, cual si fueran derechos nativos. No les preocupa más que su bienestar y al mismo tiempo son insolidarias de las causas de ese bienestar. El resultado ha sido que el hombre vulgar, antes dirigido, ha resuelto gobernar el mundo. Este hombre vulgar que integra la masa no se entiende especialmente referido al obrero; no designa aquí una clase social, sino una clase o modo de ser persona que se da hoy en todas las clases sociales. Y, en una buena ordenación de las cosas públicas, la masa es lo que no actúa por sí misma. Tal es su misión. Ha venido al mundo para ser dirigida, influida, representada, organizada. Necesita referir su vida a la instancia superior, constituida por las minorías excelentes.

Bajo ciertas circunstancias, y sólo bajo ellas, una aglomeración de personas presenta características nuevas, muy diferentes a las de los individuos que la componen. Los sentimientos y las ideas de todas las personas aglomeradas adquieren la misma dirección y su personalidad consciente se desvanece. Se forma una mente colectiva, sin duda transitoria, pero que presenta características muy claramente definidas. La aglomeración se ha convertido en una masa organizada.

En el caso de las masas humanas el jefe con frecuencia no es nada más que un agitador, pero como jefe juega un papel importante. Su voluntad es el núcleo alrededor del cual obtienen identidad y se agrupan las opiniones de la masa. Constituye el primer elemento para la organización de las masas heterogéneas y allana el camino para su organización en sectas. En el ínterin, las dirige. Una masa es un rebaño servil, incapaz de estar sin un amo. Estos conductores de masas son con mayor frecuencia hombres de acción que pensadores. No están provistos de una clara capacidad de previsión, ni podrían estarlo ya que esta cualidad por lo general conduce a la duda y a la inactividad. Por más absurda que sea la idea que sustentan o la meta que persiguen, sus convicciones son tan fuertes que todo razonamiento es tiempo perdido con ellos. La multitud está siempre dispuesta a escuchar al hombre de fuerte voluntad que sabe cómo imponérsele. Las personas reunidas en una masa pierden toda fuerza de voluntad y se dirigen instintivamente hacia la persona que posee la cualidad de la que ellos carecen.

En toda esfera social, desde la alta hasta la más baja, no bien una persona deja de estar aislada, rápidamente cae bajo la influencia de un conductor. La mayoría de las personas, especialmente entre las masas, no posee ideas claras y razonadas sobre cualquier asunto, aparte de las relacionadas con su especialidad. El conductor les sirve de guía. Es tan solo posible que pueda ser reemplazado por las publicaciones periódicas que fabrican opiniones para sus lectores proveyéndoles de frases hechas que les evitan el trabajo de razonar.

Los conductores de masas ostentan una autoridad muy despótica y este despotismo es, verdaderamente, una condición para obtener un séquito. Con frecuencia se ha destacado la facilidad con la que imponen obediencia de la sección más turbulenta de las clases trabajadoras a pesar de carecer de todo medio que respalde su autoridad. Fijan las horas de trabajo y los salarios, y decretan huelgas que comienzan y terminan a la hora que ellos ordenan.

La peculiaridad más sobresaliente que presenta una masa es la siguiente: sean quienes fueren los individuos que la componen, más allá de semejanzas o diferencias en los modos de vida, las ocupaciones, los caracteres o la inteligencia de estos individuos, el hecho de que han sido transformados en una masa los pone en posesión de una especie de mente colectiva que los hace sentir, pensar y actuar de una manera bastante distinta de la que cada individuo sentiría, pensaría y actuaría si estuviese aislado. Hay ciertas ideas y sentimientos que no surgen, o no se traducen en acción, salvo cuando los individuos forman una masa. Personas absolutamente distintas en materia de inteligencia poseen instintos, pasiones y sentimientos que son muy similares. En cuestiones de todo los que pertenece a la esfera del sentimiento (religión, política, moralidad, afectos y antipatías, etc.) los hombres más eminentes raramente sobrepasan el nivel del más ordinario de los individuos. Desde el punto de vista intelectual puede existir un abismo entre un gran matemático y su zapatero; pero desde el punto de vista del carácter le diferencia es frecuentemente escasa o inexistente.

Son precisamente estas cualidades generales del carácter, gobernadas por fuerzas de las cuales no somos conscientes y poseídas por la mayoría de los individuos normales en un grado bastante similar, las que se convierten en la propiedad común de las masas. En la mente colectiva las aptitudes intelectuales de los individuos se debilitan y, por consiguiente, se debilita también su individualidad. Lo heterogéneo es desplazado por lo homogéneo y las cualidades inconscientes obtienen el predominio.

El simple hecho de que las masas posean en común cualidades ordinarias explica por qué nunca pueden ejecutar actos que demandan un alto nivel de inteligencia. Las decisiones relativas a cuestiones de interés general son puestas ante una asamblea de personas distinguidas, pero estos especialistas en diferentes aspectos de la vida resultan ser incapaces de tomar decisiones superiores a las que hubiera tomado un montón de imbéciles. La verdad es que sólo pueden poner a disposición del trabajo en común aquellas cualidades mediocres que le corresponden por derecho de nacimiento a todo individuo promedio. En la masa es la estupidez y no la perspicacia lo que se acumula.

Si los individuos de una masa se limitaran a poner a disposición del común aquellas cualidades ordinarias de las cuales cada uno de ellos tiene cierta cantidad, la resultante sería meramente un promedio y no, como es la realidad, la creación de características nuevas.

Hay diferentes causas que determinan la aparición de las características peculiares de las masas y que no poseen los individuos aislados. La primera es que el individuo que forma parte de una masa adquiere, por simples consideraciones numéricas, un sentimiento de poder invencible que le permite ceder ante instintos que, de haber estado solo, hubiera forzosamente mantenido bajo control. Estará menos dispuesto a auto controlarse partiendo de la consideración que una masa, al ser anónima y, en consecuencia, irresponsable, hace que el sentimiento de responsabilidad que siempre controla a los individuos desaparezca enteramente.

La segunda causa, que es el contagio, también interviene en determinar la manifestación de las características especiales de las masas y, al mismo tiempo, también en determinar la tendencia que las mismas seguirán. El contagio es un fenómeno cuya presencia es fácil de establecer pero que no es fácil de explicar. En una masa todo sentimiento y todo acto es contagioso, y a tal grado que un individuo se vuelve dispuesto a sacrificar su interés personal en aras del interés colectivo. Ésta es una actitud muy contraria a su naturaleza y de la cual el ser humano es escasamente capaz, excepto cuando forma parte de una masa.

Una tercera causa, y de lejos la más importante, es la que determina en los individuos de una masa esas características especiales que a veces son bastante contrarias a las que presenta el individuo aislado: la sugestionabilidad, de la cual, incluso, el contagio antes mencionado no es más que un efecto. Bajo la influencia de una sugestión la persona acometerá la realización de actos con una impetuosidad irresistible. Esta impetuosidad es tanto más irresistible cuanto que, siendo la sugestión la misma para todos los miembros de la masa, gana en fuerza por reprocidad. Las principales características del individuo formando parte de una masa son, pues, la desaparición de la personalidad consciente, el predominio de la personalidad inconsciente y el contagio de sentimientos e ideas puestas en una única dirección. Ya no es él mismo sino que se ha convertido en un autómata que ha dejado de estar guiado por su propia voluntad.

Más aún. Por el simple hecho de formar parte de una masa organizada, un hombre desciende varios peldaños en la escala de la civilización. Aislado es posible que sea un individuo cultivado; en una masa será un bárbaro (es decir: una criatura que actúa por instintos) que puede ser inducido a cometer acciones contrarias a sus más evidentes intereses y sus hábitos mejor conocidos. Un individuo en una masa es un grano de arena entre otros granos de arena que el viento arremolina a su voluntad.

Cuando se quiere exaltar a una masa por un corto periodo de tiempo e inducirla a cometer un acto de cualquier naturaleza hay que actuar sobre la masa por medio de sugestiones rápidas entre las cuales el ejemplo es la de más poderoso efecto. Para lograrlo es necesario que la masa haya sido previamente preparada por ciertas circunstancias y, sobre todo, que quien desea operar sobre ella posea prestigio.

Sin embargo, cuando el propósito es el de imbuir la mente de una masa con ideas y creencias, los conductores recurren a métodos diferentes. Los principales de ellos son tres y se definen claramente: afirmación, repetición y contagio. Su acción es algo lenta, pero sus efectos, una vez producidos, resultan muy duraderos.

La afirmación pura y simple, mantenida libre de todo razonamiento y de toda prueba, es uno de los medios más seguros de hacer que una idea entre en la mente de las masas. Mientras más concisa sea la afirmación, mientras más carente de cualquier apariencia de prueba y demostración, mayor peso tendrá. Los libros religiosos y los códigos legales de todas las épocas siempre recurrieron a la afirmación simple. Los políticos en defensa de su programa electoral y los comerciantes promoviendo la venta de sus artículos mediante anuncios, están todos familiarizados con el valor de la afirmación.

Sin embargo, la afirmación no tiene influencia real a menos que sea constantemente repetida y, en la medida de lo posible, en los mismos términos. La cosa afirmada se fija por repetición en la mente de tal manera que al final es aceptada como si fuese una verdad demostrada.

La influencia de la repetición sobre las masas se hace comprensible cuando se ve el poder que ejerce sobre las mentes más ilustradas. Este poder se debe al hecho de que la afirmación repetida se incrusta a la larga en aquellas profundas regiones de nuestro ser inconsciente en las cuales se forjan las motivaciones de nuestros actos. Al cabo de cierto tiempo ya hemos olvidado quién fue el autor de la afirmación repetida y terminamos por creerla. A esta circunstancia obedece el asombroso poder de los anuncios: cuando hemos leído cien, mil veces que el chocolate X es el mejor, nos imaginamos haberlo oído en muchos lugares y terminamos adquiriendo la certeza de que así es. Después de haber leído mil veces que la medicina Y ha curado a las personas más ilustres de las enfermedades más agudas, nos sentimos tentados por lo menos a probarlo si sufrimos una enfermedad de características similares. Si siempre leemos en los mismos diarios que A es un corrupto total y que B es un hombre absolutamente honesto, terminamos convencidos de que es verdad, a menos que, por supuesto, se nos dé a leer otro diario de tendencia contraria en el cual las calificaciones se hallen invertidas. Sólo la afirmación y la repetición son lo suficientemente poderosas como para combatirse mutuamente.

Cuando una afirmación ha sido suficientemente repetida y hay unanimidad en esta repetición, se forma lo que se llama una opinión establecida e interviene el poderoso mecanismo del contagio. Ideas, sentimientos, emociones y creencias poseen en las masas un poder de contagio tan intenso como el de los microbios. En el caso de seres humanos apiñados en una muchedumbre, todas las emociones son fuertemente contagiosas, lo cual explica el carácter súbito de los pánicos.

Para que los individuos sucumban al contagio no es indispensable su presencia simultánea en el mismo lugar. La acción del contagio puede hacerse sentir a la distancia bajo la influencia de los medios de comunicación. La imitación, a la que tanta influencia se le atribuye en los fenómenos sociales, no es, en realidad, más que un simple efecto del contagio.

El hombre, como los animales, posee una tendencia natural a la imitación. La imitación es una necesidad para él, siempre que la imitación sea bastante fácil. Es esta necesidad la que hace tan poderosa la influencia de lo que se llama “la moda”. Tanto si es cuestión de opiniones, ideas, manifestaciones literarias o, simplemente, de vestimenta, ¿cuántas personas son lo suficientemente audaces para ir en contra de la moda?. Las masas son guiadas por ejemplos y no por argumentos. En todo periodo existe un pequeño número de individualidades que actúan sobre el resto y son imitados por la masa inconsciente.

Las opiniones y las creencias de las masas son especialmente propagadas por contagio, pero nunca por razonamiento. Las concepciones actualmente predominantes entre las clases trabajadoras han sido adquiridas en las tabernas o a través de los medios de comunicación y son el resultado de afirmaciones, repeticiones y contagios siendo que, en realidad, el modo en que surgen las creencias de las masas de todas las épocas apenas ha sido jamás distinto.

Las ideas propagadas por afirmación, repetición y contagio reciben un gran poder debido a la circunstancia que, con el tiempo, adquieren esa misteriosa fuerza conocida como prestigio.

Todo lo que ha tenido poder de gobierno en el mundo, ya fuesen ideas u hombres, ha impuesto su autoridad mayormente por esa fuerza irresistible expresada por la palabra “prestigio”.  El prestigio, en realidad, es una suerte de dominio ejercido sobre nuestra mente por un individuo, una obra o una idea. Este dominio paraliza enteramente nuestra facultad crítica y llena nuestro espíritu con asombro y respeto. El prestigio es la fuente principal de toda autoridad. Hay dos clases de prestigio: prestigio adquirido y prestigio personal. El adquirido es el que resulta del nombre, la fortuna y la reputación. Puede ser independiente del prestigio personal. El simple hecho de que un individuo ocupe una posición (un soldado uniformado, un juez con su túnica) siempre gozarán de prestigio. Por el contrario, el prestigio personal es algo esencialmente peculiar del individuo; puede coexistir con reputación, gloria y fortuna, o ser reforzado por ellas, pero es perfectamente capaz de existir en su ausencia. Es una facultad independiente de todos los títulos, de toda autoridad, y la posee un reducido número de personas a las cuales se les permite ejercer una fascinación magnética sobre quienes las rodean. Los grandes líderes de masas poseyeron esta forma de prestigio en grado sumo.

 

domingo, 23 de marzo de 2014

LA PROTECCIÓN SOCIAL


VII. LA PROTECCIÓN SOCIAL

 

 

Decía Aristóteles allá por el año 350 antes de Cristo que “Cuando (el hombre) es un inferior a sus semejantes, tanto como lo son el cuerpo respecto del alma y el bruto respecto del hombre, y tal que es la condición de todos aquellos en quienes el empleo de las fuerzas corporales es el mejor y único partido que puede sacarse de su ser, se es esclavo por naturaleza. Estos hombres, así como los demás seres de que acabamos de hablar, no pueden hacer cosa mejor que someterse a la autoridad de un señor”.

Significa exactamente que la persona sin más propiedad que sus fuerzas corporales es, por naturaleza, un esclavo y no puede ejercer la condición de ciudadano. Es una filosofía plenamente aceptada hasta, aproximadamente, el año 1800 cuando las ideas liberales de la Revolución Francesa se expandieron por el mundo y además de dar fin a la práctica de la esclavitud consiguieron que los sans-culottes o proletarios tuvieran el derecho a manifestar su opinión en los asuntos de Estado bajo el principio de “un hombre = un voto”. A partir de esta fecha se entiende que los más pudientes están obligados a contribuir económicamente para mejorar la calidad de vida de los más pobres evitando que éstos dependan exclusivamente de la caridad pública. Aunque cien años después se reconoce que los ricos compran el voto a los pobres. Es famosa la anécdota protagonizada por el conde de Romanones y Antonio Maura en la que el primero pagaba el voto a dos pesetas y el segundo a tres. Actualmente el voto se compra por medios más sutiles pero no menos eficaces. Es cierto que sin independencia socioeconómica no hay libertad real.

En pleno siglo XXI se entiende que los grupos necesitados de especial protección son aquellos en peligro de exclusión social y se concentran en tres: los pobres, las mujeres y los asalariados. Esto es así porque la concentración del poder económico genera inmensas desproporciones de poder que dan lugar a un problema de falta de libertad real para una gran parte de la población:

  • Falta de libertad que experimenta un trabajador en precario que apenas llega a final de mes y no sabe si mañana conservará su empleo.
  • Falta de libertad que experimenta una persona pobre que vive a expensas de la caridad de sus congéneres.
  • Falta de libertad que experimenta un subordinado ante sus superiores jerárquicos cuando de la voluntad de los mismos depende que pueda satisfacer sus necesidades o deseos vitales.
  • Falta de libertad que experimenta una mujer sujeta a la violencia machista.

Ciertamente todos estos individuos tienen los mismos derechos fundamentales y plenos derechos políticos, pero ninguno de ellos es realmente libre. Y no lo es porque depende de un poder que lo domina pudiendo interferir arbitrariamente en sus decisiones.

El fenómeno de la globalización de la economía se ha caracterizado por aportar grandes cambios en el ámbito del trabajo respecto a las condiciones y derechos de los trabajadores y en cuanto a las tensiones por las que atraviesan los actores que construyen la relación de trabajo: altas tasas de desempleo, flexibilidad en las formas de contratación, desregulación y desprotección en el desempeño de nuevas formas de trabajo, aumento de la informalidad laboral, disminución de salarios e incapacidad del Estado para cumplir con su función de administrador de recursos. Estos cambios han sido tan evidentes que la propia Organización Internacional del Trabajo (O.I.T.) se vio obligada en 1999 una directiva para definir el “trabajo decente” como “aquel trabajo productivo en condiciones de libertad, equidad, seguridad y dignidad, en el cual los derechos del trabajador son protegidos y que cuenta con una remuneración adecuada y protección social”.

Esta protección social que, en esencia, debe permitir a los miembros de los colectivos en riesgo de exclusión social desembarazarse de la dictadura de aquellos a los que están sometidos se implementa de tres formas:

  1. EDUCACIÓN. Estableciendo una red de colegios públicos donde se imparta de forma gratuita la enseñanza para toda la población o subvencionando instituciones privadas para que lo hagan en aquellos lugares en que el Estado no pueda llegar con su propia red de colegios.
  2. SANIDAD. Estableciendo una red sanitaria pública que cubra las necesidades básicas de los ciudadanos, entendiendo por tales la consulta por el especialista en medicina general y la atención de las urgencias médicas.
  3. AYUDA SOCIAL. Estableciendo albergues que den cobijo a aquellos sin techo donde dormir y aportando ayudas económicas a quienes no tienen medios suficientes de subsistencia.

Las dos primeras opciones son entendidas de forma similar en todo el mundo con las lógicas variaciones del volumen de protección otorgado: se incluyen los libros de texto, los gastos de transporte escolar, las estancias hospitalarias, los gastos en medicinas y en qué medida o, por el contrario, se limitan a los servicios básicos. En cambio la tercera (la Ayuda Social) es interpretada de forma muy distinta en Estados Unidos y en la Unión Europea. Diríase que el espíritu del antiguo Herrenclub prusiano vuelve a sobrevolar la vieja Europa.

En la Unión Europea existen dos tipos de ayuda social: los Fondos Estructurales y los Fondos de Cohesión.

Los Fondos Estructurales tratan de impulsar el desarrollo económico en todo el territorio de la Unión y se componen de dos agregados:

  • El Fondo Europeo de Desarrollo Regional (fondos FEDER) que es el más importante y concede ayudas para la construcción de infraestructuras la realización de inversiones productivas capaces de generar empleo, sobre todo en beneficio de las empresas.
  • El Fondo Social Europeo (FSE) que financia principalmente las actividades de formación para favorecer la inserción profesional de los desempleados y de los sectores más desfavorecidos de la población.

Estos Fondos Estructurales complementan las subvenciones otorgadas temporalmente por los Estados a aquellos que han perdido su empleo y tienen su contraparte en los Estados Unidos con la Ayuda Temporal para Familias Necesitadas (TANF por sus siglas en inglés) que es un programa de asistencia pública que otorga asistencia de dinero en efectivo a familias necesitadas y además brindan servicios de apoyo necesarios para la formación profesional y que incluyen los siguientes: Consejería ocupacional, Talleres de empleabilidad, Transportación, Cuidado de niños, Experiencia de empleo, Empleo, Incentivos económicos y Dieta. Ambos fondos (Estructurales y TANF) son, pues, muy similares en sus objetivos. No ocurre lo mismo con los Fondos de Cohesión.

La finalidad del Fondo de Cohesión consiste en financiar proyectos de infraestructuras relacionados con el medio ambiente y los transportes y están destinados a aquellos países miembros de la Unión Europea cuyo PIB medio per cápita es inferior al 90% de la media comunitaria cuyo déficit público sea inferior al 3% del PIB nacional. Se dirigen a tres objetivos:

  1. La Convergencia. Tratan de acelerar la convergencia de las regiones y los Estados miembros menos desarrollados mejorando las condiciones que favorezcan el crecimiento y el empleo. Es un objetivo financiado por los Fondos FEDER, FSE y el Fondo de Cohesión. FEDER y FSE financian un 75% de la inversión y los Fondos de Cohesión un 85%.
  2. Competitividad regional y empleo. Persigue la anticipación a los cambios económicos y sociales, la promoción de la innovación, el espíritu empresarial, la protección del medioambiente y el desarrollo de mercados laborales que fomentan la integración de las regiones no incluidas en el objetico Convergencia y es financiado por el FEDER y el FSE en un porcentaje de hasta el 50%.
  3. Cooperación territorial europea. Refuerza la cooperación transfronteriza, transnacional e interregional en los ámbitos de del desarrollo urbano, rural y costero, del desarrollo de las relaciones económicas y de la integración en redes de las pequeñas y medianas empresas. Es financiado por el FEDER con hasta el 75% del gasto público.

El apoyo de los Fondos Estructurales y de Cohesión equivale siempre a una cofinanciación y todos los proyectos deben respetar la legislación europea, sobre todo en materia de competencia, medio ambiente y adjudicación de contratos públicos. Talmente parece una plasmación clara de la máxima según la cual es preferible enseñar a pescar antes que dar un pez:  en vez de otorgar ayudas a los ciudadanos se otorgan a las empresas para que puedan crear las condiciones que impulsen la actividad económica (y, por ende, el empleo) de los distintos países de la Unión Europea. Pero es una apariencia falsa y tramposa:

En España hemos visto como estos fondos se destinaban a cambiar las farolas o el pavimento en las ciudades, a construir rutas peatonales o equipos de gimnasia en los parques públicos, aeropuertos que nunca llegaron a ver un solo vuelo, centros de estudio de las aves o museos extraños o centros sociales diversos que nunca llegaron a abrirse, líneas de tren de Alta Velocidad a lugares que aportan un máximo de tres pasajeros diarios, autopistas a ninguna parte, cursos de formación profesional sin ninguna utilidad para el desempeño de cualquier tipo de trabajo laboral, etcétera. Y todo ello a unos precios escandalosamente altos mientras no cesan de hacerse públicos casos de corrupción pública entre los partidos políticos y los sindicatos e, incluso, entre las asociaciones de empresarios. Todo ello mientras las vías de ferrocarril destinadas al tráfico de mercancías no reciben ninguna atención o mientras se continúan subiendo las tasas portuarias y aeroportuarias que penalizan las exportaciones. Pudiera parecer que el desarrollo legislativo de los fondos sociales de la Unión Europea tiene algún tipo de agujeros negros pero si tenemos en cuenta lo ocurrido con otro tipo de fondos (la P.A.C. o los Fondos Mineros por ejemplo) y los escándalos en relación con sus subvenciones (caso del lino, del aceite de oliva o del cierre de empresas para trasladarlas a las comarcas mineras y así recibir subvención sin necesidad de crear empleo) tenemos que concluir que la política social europea no está diseñada para ayudar a los ciudadanos en riesgo de exclusión social sino para enriquecer por vías ilícitas a una serie de privilegiados.

En Estados Unidos, por el contrario, se han enfocado en la ayuda al ciudadano mediante el Programa de asistencia de nutrición suplementaria (SNAP por sus siglas en inglés). Se trata de proporcionar beneficios a personas de bajos ingresos que los pueden usar para mejorar sus dietas a través de una tarjeta electrónica que se puede utilizar en el cajero automático para comprar alimentos elegibles en tiendas de alimentación autorizadas. A través de sus colaboradores SNAP les enseña a los ciudadanos a hacer elecciones de alimentación saludable y de un estilo de vida activo. Tienen que dedicar un 75% de sus beneficios para la compra en comercios certificados por el Departamento de la Familia y el otro 25% pueden obtenerlo a través del Cajero Automático para adquirirlos en cualquier otro comercio pero el total de los beneficios deben emplearse en comprar alimentos elegibles. No se puede comprar la comida preparada para consumo inmediato, alcohol, cigarrillos, detergentes, pañales desechables o artículos de uso personal, entre otros. Estas ayudas son perfectamente compatibles con las TANF anteriormente mencionadas.

Para acceder al SNAP es necesario cumplir una serie de requisitos que ven desde unos ingresos brutos mensuales en función del tamaño del hogar (para una persona sola se establecen en unos ingresos brutos máximos de 1.245 dólares, para un hogar de dos personas en 1.681 dólares, para tres personas en 2.116 dólares, etc.). Este es el único requisito que necesita cumplir aquel hogar con una persona mayor o discapacitada. El importe que le correspondería sería el resultado de multiplicar sus ingresos brutos por 0,3 y el resultado se resta de la cantidad máxima permitida para el tamaño de ese hogar (200 dólares mensuales para una sola persona, 367 para dos personas, 526 para tres personas, etc.). Un ejemplo: si un hogar de una sola persona tiene un ingreso neto de $500, esta cantidad se multiplica por 0,3 para obtener $150. Por consiguiente, los $150 se restan de la cantidad máxima de $200 para un hogar de una persona para obtener el importe de la ayuda que sería en este caso de $50 mensuales.

Para el resto de circunstancias se tienen en cuenta los saldos en cuentas bancarias ($2000 o $3250 si al menos una persona es mayor de 60 años o está inválida). Sin embargo no se tienen en cuenta la propiedad de una casa o un terreno o los ingresos de seguridad suplementario (SSI) o los recursos de la asistencia temporal para familias necesitadas (TANF) y la mayoría de los planes de jubilación. A los ingresos brutos más arriba señalados habría que deducir algunos importes como:

  • Una deducción por el cuidado de dependientes cuando sea necesario para el trabajo, entrenamiento o educación.
  • Gastos médicos para los miembros ancianos o discapacitados superiores a $35 al mes si no los paga el seguro u otra persona.
  • Pagos por manutención infantil legalmente adeudados.
  • Costos de excesos de refugio que suponen más de la mitad de los ingresos después de otras deducciones. En estos costos se incluyen el combustible para calentar y cocinar con electricidad, agua, la cuota básica para un teléfono, el importe del alquiler o hipoteca y los impuestos sobre la vivienda. El importe de la deducción por la vivienda no puede exceder de $478 a menos que existan en el hogar ancianos o discapacitados.

Las ayudas TANF comprenden ayudas económicas y médicas, son compatibles con otros ingresos y tienen una duración máxima de 60 meses. Las ayudas SNAP no tienen un límite de duración. Y una aclaración importante porque es prácticamente desconocida en España: en Estados Unidos el trabajador cobra mensualmente su salario más el importe de la Seguridad Social que está en su mano decidir si lo aporta a un seguro médico y a un plan de pensiones o decide ahorrarlo en su cuenta bancaria o, incluso, gastarlo. El Presidente Obama ha logrado aprobar una controvertida legislación sobre los servicios médicos que, básicamente, consiste en lo siguiente:

• La ley de servicios de salud accesibles contiene más de mil páginas de reformas a las industrias de aseguradoras y de cuidados de salud, con el objetivo de reducir los costos de estos  servicios, logrando así dar seguros médicos costeables a todos los americanos.

• Actualmente hay cerca de 44 millones de americanos que no cuentan con los recursos para obtener un seguro de gastos médicos. Una de las principales actividades de ObamaCare es ayudar a estas personas a obtener estos seguros extendiendo Medicaid y Medicare, además de ofrecer asistencia a los Americanos que no pueden costear servicios de salud.

• Para el 1o de enero del 2014, todos los americanos deberán contar con seguro de gastos médicos o pagar una cuota en sus impuestos anuales. Muchos Americanos calificarán para tener un subsidio de los costos de estos seguros que puede ir desde un 0% a un 9.5% de sus ingresos declarados. Los seguros subsidiados pueden ser adquiridos mediante Meath Insúmanse Marketplace.

Teniendo en cuenta que la presión fiscal agregada (% sobre el PIB) ha sido el que se detalla en el cuadro siguiente en 2003, resultan más llamativas las diferencias en los resultados obtenidos en relación con las ayudas a los colectivos en riesgo de exclusión social:

Suecia                                  51,4%                   tasa de paro a Diciembre de 2013:            8,00%

Dinamarca                          49,8%                   tasa de paro a Diciembre de 2013:            6,90%

Bélgica                                 48,1%                   tasa de paro a Diciembre de 2013:            8,40%

Francia                                 45,7%                   tasa de paro a Diciembre de 2013:          10,80%

Finlandia                             45,1%                   tasa de paro a Diciembre de 2013:           8,40%

Austria                                 44,8%                   tasa de paro a Diciembre de 2013:            4,90%

Italia                                     43,2%                   tasa de paro a Diciembre de 2013:          12,70%

Europa 15                           42,2%                   tasa de paro a Diciembre de 2013:          10,70% (1)

Alemania                            41,7%                   tasa de paro a Diciembre de 2013:            5,10%

Holanda                              39,3%                   tasa de paro a Diciembre de 2013:            7,00%

Grecia                                  38,6%                   tasa de paro a Diciembre de 2013:          28,00%

Portugal                              38,1%                   tasa de paro a Diciembre de 2013:          15,40%

Reino Unido                      38,0%                   tasa de paro a Diciembre de 2013:            7,20%

España                                 36,6%                   tasa de paro a Diciembre de 2013:          25,80%

Irlanda                                 31,2%                   tasa de paro a Diciembre de 2013:          12,10%

Japón                                   25,8%                   tasa de paro a Diciembre de 2013:            3,70%

Estados Unidos                               25,4%                   tasa de paro a Diciembre de 2013:            6,70%

 

  1. La tasa de paro de Europa se refiere a los 27 países.

La desproporción resulta evidente: Con una presión fiscal del 42% Europa tiene un 10,70% de desempleo mientras que Japón o Estados Unidos con una presión fiscal del 26% tienen un 3,70% y un 6,70% respectivamente. Algo se está haciendo mal.

Lo cierto es que todas las iniciativas gubernamentales establecidas, así como los sistemas de protección social demostraron ser claramente insuficientes para proteger a los ciudadanos de las consecuencias de las altas tasas de paro originadas por la crisis mundial de 2008 que han generado un riesgo de estallido social ante los recortes sufridos en los fondos destinados a tal fin. Que en Diciembre de 2013 haya en Europa 14 países con una tasa de paro superior al 10% (España, Francia, Italia, Portugal, Bulgaria, Chipre, Grecia, Croacia, Irlanda, Lituania, Letonia, Polonia, Eslovenia y Eslovaquia) supone un verdadero drama no solo para los individuos sino también para los países porque la actividad económica es la que genera la riqueza de un país y para llevarla a cabo se necesita capital y mano de obra. No utilizar la mano de obra disponible equivale a renunciar a una parte de su riqueza.

Existe una propuesta para implementar la llamada Renta Básica Universal, definida como “un ingreso modesto pero suficiente para cubrir las necesidades básicas de la vida, garantizado a cada miembro de la sociedad como un derecho y no sujeto a otra condición que la de ciudadanía o residencia legal”. Es una propuesta romántica y que es posible que se pueda implantar en el futuro pero actualmente resulta inviable porque supondría aumentar la presión fiscal al entorno del 55%, situación que la economía mundial no se puede permitir. Para aproximarse a este cálculo solo es necesario multiplicar el importe que se adjudicaría a cada ciudadano por el número de ciudadanos y comparar el resultado con el Producto Interior Bruto del país en cuestión.

 

lunes, 3 de marzo de 2014


VI. HISTORIA DE ESPAÑA

 

 

Por la extensión e importancia del tema, vamos a limitarnos a mencionar los principales hitos acaecidos en la formación del Reino de España que nos permitan hacernos una visión de conjunto.

 

En  el siglo quinto antes de Cristo el historiador griego Herodoto se refiere al mítico reino de Tartessos y a su rey Argantonio, supuestamente ubicado en la costa suroeste de la Península Ibérica, en lo que parece ser la primera mención histórica del territorio. No obstante, los primeros escritos que se refieren a ella sin ningún género de duda corresponden al año 211 A.C. cuando aparece en la Historia con motivo de la decisión de la República Romana de trasladar su frente de guerra con Cartago a dicha Península enviando para ello a Publio Cornelio Escipión el Africano.

Los griegos daban a este territorio el nombre de Iberia debido a que estaba cruzada por el río Íber, que se identifica con el actual río Ebro. Los romanos, por su parte, denominaron Hispania a la Península, nombre al parecer de origen fenicio que significa “tierra de conejos”

Nuestras primeras referencias escritas proceden de los informes enviados por los distintos generales, pretores o gobernadores al Senado Romano. Por ellos conocemos el nombre de algunas de las distintas tribus que poblaban este territorio y que fueron, de forma un tanto anacrónica, divididas en dos grandes grupos: los de la zona levantina, ya conocidos como iberos y los del interior a los que se les identificó como celtas debido a que su cultura era distinta de los anteriores. Incluso para explicar algunas discordancias se adoptó un tercer grupo al que se le llamó celtíberos. Englobaron en estos grandes grupos a pueblos de características muy distintas como pueden ser los vascones y los vettones.

La conquista romana prosiguió su curso tras la derrota de los cartagineses y terminaron por imponer su dominio absoluto del territorio en época del Emperador César Augusto, quien en el año 19 A.C. considera concluida la pacificación de Hispania. Siguiendo su costumbre, los romanos no se limitaron a ejercer el gobierno del nuevo territorio sino que se apropiaron de todas las tierras que fueron repartidas en lotes a los legionarios que se licenciaban con lo que lograban, en primer lugar, el agradecimiento de sus soldados y después el mantenimiento de unas fuerzas de reserva que pudieran ayudar a la legión en caso de ser necesario. Estas parcelas tenían una extensión variable desde las más pequeñas de 40.000 metros cuadrados, superficie que se estimaba el mínimo para la subsistencia de una familia y que podía ser trabajada por dos esclavos hasta  alcanzabar la calificación de latifundios. La población indígena fue concentrada en castros emplazados en las inmediaciones de las explotaciones mineras en las que eran obligados a trabajar.

En el año 298, el Emperador Diocleciano, a consecuencia de la invasión de francos y alamanes en torno al año 265, reorganiza su división administrativa y establece cinco provincias que se llamaron: Tarraconense, Bética, Lusitana, Cartaginense y Gallaecia-Asturias.

En el año 409 se produce la invasión por parte de los suevos, alanos y vándalos que no puede ser impedida por las legiones romanas. En el año 418 el Emperador Honorio encarga a los visigodos la expulsión de los invasores concediéndole el territorio liberado como asentamiento en calidad de reino. Geográficamente llegó a suponer la parte sudoeste de la Galia y  la mayor parte del territorio de la península ibérica. Este territorio se llamó “Reino de Tolosa” que decaería en el llamado “Reino de Toledo” cuando los francos les arrebatan los territorios ubicados en la actual Francia. Los visigodos expropiaron a los terratenientes romanos 2/3 de la extensión de cada latifundio (por algo eran amigos de Roma). Este es el motivo por el que su principal área de asentamiento fuera lo que hoy conocemos como la Tierra de Campos.

A pesar de que los visigodos vencieron rápidamente y expulsaron a los vándalos y alanos, no pudieron hacer lo mismo con los suevos que habían fundado el  “Reino Suevo” en el territorio cuyos límites coincidían con la antigua provincia Gallaecia y que alcanzaba hasta el territorio de los vascones en los Pirineos. El siguiente mapa, tomado de Wikipedia, muestra los territorios de las provincias romanas en el año 298.

http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/thumb/0/09/Provincias_de_la_Hispania_Romana_%28Diocleciano%29.svg/250px-Provincias_de_la_Hispania_Romana_%28Diocleciano%29.svg.png

 

Y éste, también tomado de Wikipedia, muestra el territorio del Reino Suevo:

http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/thumb/3/3e/Reino_suevo.svg/12353px-Reino_suevo.svg.png

 

 

 

 

 

 

 

El siguiente gráfico muestra la provincia romana de Gallaecia:

File:Gallaecia-Dioclecianus.png

Estaba dividido en tres conventos metropolitanos, siguiendo la estructura administrativa romana, cuyas capitales estaban en Braga, Lugo y Astorga.

Los visigodos se preocuparon por controlar los territorios con mayor riqueza agrícola (los llamados Campos Góticos, hoy Tierra de Campos) y establecieron su capital en la ciudad de Toledo por estar situada en el centro de la península.

Las relaciones entre suevos y visigodos fueron de respeto aunque no exentas de algún enfrentamiento armado. Ya el primer rey visigodo (Teodorico I) estableció una alianza estratégica con los suevos al pedir que el rey de éstos (Requiario) se case con su hija. Es un caso que habría de repetirse en la historia de los dos reinos. Sin embargo había una diferencia insalvable entre ambos pueblos: los suevos eran católicos y se mezclaban con los anteriores pobladores de su territorio mientras que los visigodos eran arrianos y practicaban una política de aislamiento respecto a sus súbditos.

El reino suevo terminó por ser conquistado por el rey visigodo Leovigildo en los años 575-576, llegando así a su fin y permaneciendo toda la Península bajo la autoridad de un solo Rey.

En el año 711, los musulmanes del Califato Omeya invadieron la Península Ibérica y en el año 720 completaron la ocupación de la misma. En el año 722 se produce la batalla de Covadonga que da origen a la llamada Reconquista.

Conocemos la historia de los hechos acaecidos en dicha época por la llamada Crónica Albeldense, redactada en tiempos del rey Alfonso III El Magno (en el año 881), es decir 150 años después de la muerte de Don Pelayo. Otras crónicas soy muy posteriores y están claramente manipuladas.

En uno de los tres Conventos en que se dividía la Gallaecia (“Convento Asturum de la Gallaecia”), se inició una revuelta que los musulmanes no pudieron sofocar y que estaba liderada por Don Pelayo.

Esta sublevación, al Este de la provincia visigótica de Gallaecia (cuyos límites geográficos coincidían con los de la provincia romana del mismo nombre), estuvo motivada por la conjunción de dos componentes:

  1. El religioso, con la discusión sobre la adopción o divinidad de Jesucristo entre el Beato de Liébana y Heterio por un lado y el Arzobispo de Toledo, Elipando, por otro.
  2. El personal, por el asesinato del padre de Pelayo, el Dux Favila (o Fafila) a manos de Witiza.

Aunque los musulmanes consideraban que seguía existiendo un solo reino dividido en dos confesiones religiosas (cristiana al norte y musulmana al sur), la realidad era más complicada: los cristianos seguían teniendo a su líder religioso (Elipando) como Arzobispo de Toledo, mientras que en los territorios del norte se seguía la línea doctrinal del Beato de Liébana. Entre ambos se había declarado un conflicto insalvable en torno a la doctrina herética de los adopcionistas (según la cual Jesucristo no sería hijo de Dios, sino que habría sido elegido por éste para llevar a cabo su labor), defendida por Elipando. El Beato defendía, por su parte, la divinidad de Jesucristo, opinión que acabaría siendo compartida por toda la cristiandad. De hecho el adopcionismo fue condenado en el Concilio de Nicea en el año 787. Como quiera que los musulmanes no hacían proselitismo y toleraban de buen grado la independencia religiosa de sus súbditos, si hay que considerar la Reconquista como una guerra de religión sería entre dos sectas cristianas, como anteriormente lo habían sido las luchas entre arriano y católicos y posteriormente lo sería entre los católicos y los luteranos.

El conflicto religioso va a suponer la ruptura de la provincia de Gallaecia  (que se convertirá en el reducto de la ortodoxia religiosa) con Toledo (que pretende asumir las innovaciones proislámicas).

En el año 832, el rey Alfonso II es designado como “totius Galletiae rex” (Rey de toda la Gallaecia) en los Annales Regni Francorum. Y, después de todo lo anterior, no nos sorprenderá conocer los límites del Reino de León en época de Alfonso III El Magno (el mapa, como los anteriores, está obtenido de Wikipedia):

File:España910.jpg

 

La rebelión cobra cuerpo y extiende su territorio hasta el rio Duero y hoy conocemos esta entidad territorial y religiosa como Reino de León.

En el año 1065, el Reino de León se divide para formar el Reino de Castilla que será entregado a Sancho II con lo que entonces era el condado de Castilla y que comprendía los territorios anteriormente pertenecientes a la provincia Tarraconense. Su hermano Alfonso VI entra en guerra con él y vuelve a unificar los reinos, declarándose (y siendo así reconocido por el Papa Gregorio VII) «Emperador de los Reinos Hispanos». Sin embargo, durante su reinado, Portugal se independizará creando un reino gobernado por su hija Teresa, que estaba casada con Enrique de Borgoña. Y al fallecimiento del rey Alfonso VI nuevamente se vuelven a dividir los dos reinos correspondiendo el de León a su hijo Fernando II (territorio de la provincia Gallaecia) y el de Castilla a Sancho III (territorio de la provincia Tarraconense).

http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/thumb/3/33/Pen%C3%ADnsula_ib%C3%A9rica_1037.svg/300px-Pen%C3%ADnsula_ib%C3%A9rica_1037.svg.png

La existencia independiente de los dos reinos continuó hasta que Fernando III El Santo, rey de Castilla (e hijo del rey Alfonso IX de León) compra el reino de León a sus medio-hermanas Sancha y Dulce convenciéndolas de la inconveniencia de librar una guerra para conseguir su objetivo con el argumento de que al ser mujeres no podían encabezar un ejército y ningún noble iba a hacerlo si no era en su propio beneficio. Por este pacto, el Reino de León quedaba subordinado al Reino de Castilla, aunque el rey Fernando supo atraerse a los nobles leoneses implicándoles en la conquista de Sevilla y otorgándoles tierras en Andalucía que serían el origen de los actuales latifundios.

 Le sucedió su hijo Alfonso X El Sabio quien tuvo que hacer frente a la revolución de los nobles que le exigían concederles mayor participación en los ingresos de la Corona y su renuncia a la política centralizadora, en definitiva la potenciación del sistema feudal por el que los nobles eran dueños de un territorio y de todo lo que en él se encontrara, fueran hombres o animales. Así la organización social quedaba estructurada de la siguiente forma:

  • La alta nobleza, poseedora de  los latifundios.
  • El clero. Las órdenes religiosas son terratenientes y son auténticos señores feudales como los nobles.
  • El estado llano: compuesto por

  1. Los hidalgos que ejercen los oficios manuales y administrativos y, como labradores, cultivan su propia tierra. Pueden elegir entre vivir en tierras pertenecientes al rey o a cualquiera de los nobles.
  2. Los pecheros o siervos de la gleba que no pueden abandonar las tierras del noble sin pagar antes un rescate. Son los que trabajan y pagan impuestos.

Con él comienza una época en que el poder de los reyes disminuyó enormemente mientras que aumentaba en la misma medida el de los señores feudales, representados por la alta nobleza (duques, marqueses y condes) y el clero.

Alfonso X introdujo el Derecho Romano mediante el Código de las Siete Partidas que suprimía los usos y costumbres vigentes en sus diversos territorios y los supeditaba al nuevo código legal e instauró el Consejo de la Mesta, gremio ganadero que habría de tener gran importancia en el desarrollo de la vida social en el reino de Castilla y León. En este momento de la Historia el Reino de León ya se encontraba claramente subordinado al Reino de Castilla.

Finalmente, su hijo Sancho y buena parte de la nobleza del reino se rebelaron, llegando a desposeer a Alfonso X de sus poderes, aunque no del título de rey (1282). Sancho se alzó como rey sin respetar la voluntad de su padre y fue coronado en Toledo el 30 de abril de 1284. Fue reconocido por la mayoría de los pueblos y de los nobles, aunque durante todo su reinado hubo luchas internas y peleas por alcanzar el poder.

Sancho murió en 1295, y en abril de 1296 su hermano el infante Juan fue proclamado rey de León, de Sevilla y de Galicia, título al que renunció en las Cortes de Valladolid de 1300.

Más al Este, durante el siglo X, los vascones constituyen en los terrenos de la ciudad de Pamplona y sus alrededores lo que los Annales regni Francorum denominan “Reino de Pamplona”, que se expandirá tanto al sur en territorios musulmanes como al norte de los Pirineos y será posteriormente conocido como “Reino de Navarra”.

Y aún más Este, el Imperio Carolingio ocupa el territorio peninsular hasta el rio Ebro y crea la llamada “Marca Hispánica”, y que en 1035 dará origen al Reino de Aragón.

En 1512, el rey de Aragón Fernando el Católico conquistó militarmente el reino de Navarra, que quedó integrado en el de Castilla. Así, al producirse la conquista de Granada y el fin de la Reconquista en 1492, En la Península Ibérica había tres reinos independientes: Castilla, Aragón y Portugal. Al fallecimiento de Isabel La Católica, tanto el reino de Castilla como el de Navarra pasaron a su hija Juana I que fue declarada loca por su padre con el fin de ser él quien ejerciera el gobierno en calidad de regente. Y así lo hizo hasta que el marido de Juana (Felipe el Hermoso) reclamó para sí y obtuvo el derecho de regencia.

El hijo de Juana y Felipe (Carlos V) usurpó el título de Rey estando viva su madre y no habiendo abdicado, por lo que seguía siendo la legítima reina. Tuvo que hacerlo así para imponer fuertes tributos (las Cortes de Valladolid a la vez que le reconocían como Rey junto a su madre, le otorgaban 600.000 ducados. Las Cortes de Aragón, 200.000 libras y las Cortes Catalanas 300.000 libras) que le permitieran sobornar a los príncipes que habría de elegir al nuevo Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico.

España, como entidad jurídica propia, nace al abdicar Carlos V y retirarse al Monasterio de Yuste, repartiendo sus reinos entre su hermano Fernando (al que dejó el gobierno imperial) y su hijo Felipe II el de España y las Indias (amén de otras propiedades como Flandes, Nápoles o Sicilia). En por eso que el Estado Español nace en forma de Imperio en el año 1556.

Este estado de cosas (con ciertas pérdidas territoriales) pervivió hasta el año 1713 en el que por el Tratado de Utrecht perdía sus posesiones en Europa y el monopolio del comercio con sus posesiones americanas, además de las plazas de Gibraltar y Menorca (ésta volvería a dominio español), que pasaban a manos británicas. También en esa época dejaba de ser un Imperio para convertirse en el REINO DE ESPAÑA, mediante los Decretos de Nueva Planta.

A partir de la Guerra de la Independencia (1808) y hasta la guerra con Estados Unidos (1898) España perdió el resto de su territorio situado fuera de Península Ibérica excepto las Islas Baleares, las Islas Canarias y los territorios en el Norte de África. Bien es cierto que en 1904 la conferencia de Algeciras le otorgó el protectorado de una parte de Marruecos y la colonización de otras zonas en África pero todos esos territorios recuperaron su independencia o pasaron a depender de otros países (como fue el caso de Ifni y Sahara) a lo largo del siglo XX.