Sunday, August 24, 2014

Los Reyes

Espíritus y Religion

ESPÍRITUS Y RELIGIÓN

Los Reyes


Hace 100.000 años el homo sapiens salió de África para asentarse en el Oriente Medio. Tenemos constancia de su presencia en Europa hace 35.000 años por las pinturas rupestres y los enterramientos descubiertos. Y hace 10.000 años, coincidiendo con el final de la última glaciación, tenemos bien documentada la cultura natufiense en la que, si bien tenían herramientas para recolectar cereales y silos para almacenarlos, es dudoso que practicaran la agricultura y la cerámica. Lo ocurrido en los 90.000 años anteriores sigue constituyendo un misterio. Sin embargo en los 1.000 años siguientes se produce una explosión de conocimientos que denominamos la Revolución del Neolítico: se domesticaron los animales, se practicó la agricultura, se aprendió a trabajar la cerámica, se descubrió la fundición de los metales, la navegación, la música o la medicina, por poner unos ejemplos, y se construyeron las primeras ciudades en adobe fortificadas por muros. El origen de esta explosión de conocimientos sigue causando controversia entre los partidarios de la evolución y los partidarios de la creación del ser humano. Según éstos una fuerza externa, a la que denominan dios, diosa o extraterrestres, manipuló genéticamente a una parte de los hombres y éstos adquirieron uso de razón.

Al final del periodo natufiense ya podemos encontrar elementos que van a definir el porvenir de nuestra especie, como las herramientas que suponen un conocimiento del trabajo de la madera, pero también el tejido y el arco y las flechas. También aparecen depósitos en el suelo para almacenar los cereales salvajes recolectados. Todos estos elementos se tornan deseables para aquellos que se dedicaban al pastoreo y eran nómadas que en épocas de hambruna se veían obligados a tratar de arrebatárselos por la fuerza. En este periodo aparece el concepto de “propiedad privada” pues, aunque la tierra, el ganado y las viviendas fueran de propiedad comunal, las herramientas producidas por cada uno ya eran de propiedad privada; y las normas de convivencia son mantenidas por los más ancianos de la tribu que son los descendientes directos del fundador del clan (véase F. Engels: El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado).

Para la custodia del ganado, las labores agrícolas, el tejido o la extracción de minerales era muy productivo utilizar la fuerza laboral de los esclavos ya que descontando su alimentación y vestido del total de lo que producían aún quedaba un excedente significativo para los propietarios de los mismos. ”Los bienes de los vecinos excitaban la codicia de los pueblos, para quienes la adquisición de riquezas era ya uno de los primeros fines de la vida. Eran bárbaros: el saqueo les parecía más fácil y hasta más honroso que el trabajo productivo. La guerra, hecha anteriormente sólo para vengar la agresión o con el fin de extender un territorio que había llegado a ser insuficiente, se libraba ahora sin más propósito que el saqueo y se convirtió en una industria permanente. Por algo se alzaban amenazadoras las murallas alrededor de las nuevas ciudades fortificadas: sus fosos eran la tumba de la gens y sus torres alcanzaban ya la civilización. En el interior ocurrió lo mismo. Las guerras de rapiña aumentaban el poder del jefe militar superior, como el de los jefes inferiores; la elección habitual de sus sucesores en las mismas familias, sobre todo desde que se hubo introducido el derecho paterno, paso poco a poco a ser sucesión hereditaria, tolerada al principio, reclamada después y usurpada por último; con ello se echaron los cimientos de la monarquía y de la nobleza hereditaria.”, en opinión de Engels.

En este orden de cosas ocurre una cosa singular: empieza a ser rentable someter por la fuerza a las diversas ciudades y obligar a sus ciudadanos a trabajar como esclavos para el conquistador. Un ejemplo lo tenemos en la explotación de las minas de oro asturianas en la época romana cuyo trabajo más duro sería realizado por esclavos y el siguiente nivel de esfuerzo sería realizado por grupos de indígenas semi-libres mientras que los ciudadanos romanos se encargarían de las labores de dirección, protección de la mina y traslado del mineral. La persona que lo consigue se titula como “Rey” y ejerce su poder por medio de tres ministros: el visir, el sumo sacerdote y el general de los ejércitos. Hubo en la historia una persona que ocupó sucesivamente los tres cargos: Herihor. Puede parecer algo de menor importancia pero cuando se estiman las riquezas que llegaban a acumular estos reyes a lo largo de su vida a base de someter y expoliar a los pueblos vecinos o, sencillamente, recibiendo sus tributos para evitar la conquista física, llegamos a cifras que en la actualidad resultan imposibles de creer: el valor del ajuar funerario encontrado en la tumba de Tutankamón es imposible de evaluar y en un reciente programa de televisión calculaban cuanto se habría gastado el Faraón Keops en construir su tumba y llegaban a que, en precios actuales, superaba los 7.000 millones de dólares. Todo esto solo en lujos por lo que si sumamos sus palacios y los regalos a sus favoritos llegamos a unas cifras que no son alcanzables hoy en día por ningún gobernante.

Para dejar clara la diferencia con su pueblo los reyes se encerraban en ciudades con sus cortesanos que eran lo que hoy conocemos como nobles o clase dirigente. Buenos ejemplos los tenemos en Akenaton quien creó una nueva capital en el desierto en la cual vivir con su corte, la Ciudad Prohibida de Pekín, el Kremlin de Moscú, Versalles en Francia, el Palacio de Topkapi en Estambul o Kioto en Japón. Sus ejércitos estaban controlados por el General en Jefe y eran mantenidos por los habitantes de aquellos territorios en los que estaban acuartelados y por la rapiña de los territorios que conquistaban, su misión era defender el territorio y conquistar otros. La palabra del rey era la ley y el Visir era el encargado de transmitirla a los ciudadanos así como impartir los premios y castigos decretados por el soberano, para el cumplimiento de sus funciones contaba con los funcionarios y sus salarios procedían de los impuestos. Finalmente el Sumo Sacerdote era el encargado de difundir y hacer cumplir los preceptos morales decretados por el rey y castigar su transgresión, sus ayudantes eran los sacerdotes y sus emolumentos procedían de los diezmos, las primicias y las ofrendas.

El primer Rey del que tenemos constancia histórica es Sargón I de Acad. El cambio de residencia originado por las necesidades del comercio y la unión bajo un solo soberano de tribus con muy distintas costumbres obligaron a establecer unas normas de conducta severas. Una de las más antiguas codificaciones legales que conocemos es el Código de Hammurabi, datado en 1760 A.C. y, al igual que anteriores códigos de leyes, en él se afirma que ha sido redactado directamente por el dios Marduk quien se lo entrega a Hammurabi para que imponga su cumplimiento, situación que recuerda a Yhaweh entregando las tablas de los Diez Mandamientos a Moisés.

Nadie podía acercarse a la ciudadela donde residía la Corte sin un buen motivo y menos atravesar sus murallas pero, incluso así, solo los personajes de mayor rango se podían acercar a la residencia real y de ellos eran muy contados los que podían acceder a presencia del Rey en cuya presencia debían mantener la vista baja absteniéndose de mirarlo. En estas circunstancias, el rey era visto por el pueblo como alguien mítico, todopoderoso y lejano a quien nunca verían y de cuya existencia solo conocían por lo que de él le contaban los sacerdotes. Las posibilidades de ascenso social y económico venían dadas por el ingreso en el ejército o en el sacerdocio. No es sino hasta 1688 cuando se empieza a asumir que los reyes tienen a su vez obligaciones con sus súbditos y se produce en Londres la Revolución Gloriosa que, en definitiva, será el origen de la Constitución de los Estados Unidos y de la Revolución Francesa mediante las ideas de Rousseau y del Barón de Montesquieu y del actual sistema de gobierno participativo.

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