lunes, 26 de mayo de 2014

El dinero


XVIII. EL DINERO

 

 

Dinero es todo medio de intercambio común y generalmente aceptado por una sociedad que es usado para el pago de bienes y servicios.

Se han utilizado como dinero diversos artículos que hoy se nos antojarían como raros o exóticos: el tabaco, las conchas, las cabezas de ganado, etcétera, aunque para todos los efectos prácticos el dinero fue, la mayoría de las veces, un metal más o menos precioso. Se prefería el uso del oro, la plata y el cobre por ser los minerales más escasos en la naturaleza, lo que les garantizaba mantener su valor. También por ese mismo motivo, en algunas épocas se utilizó el hierro.

El sistema utilizado era sencillo y eficaz: el metal se fundía en piezas de un peso preestablecido, y estas piezas eran utilizadas para cambiarlas por los artículos o servicios deseados. Sin embargo, este sistema tenía una debilidad: los propios metalúrgicos podían reducir la cantidad de metal y sustituir esta merma con metales de calidad inferior. Así no era extraño que lo que debiera ser una moneda de oro fuera, en realidad, una moneda de oro y cobre. Como garantía del peso y pureza de las monedas los soberanos empezaron a poner sobre ellas un cuño, lo que se supone daría más confianza a los ciudadanos en el valor de dicha moneda. De paso, el rey se embolsaba una parte del metal en concepto de gastos de acuñación.

La acuñación de monedas era sumamente práctica pero era también una invitación a grandes fraudes públicos. Los gobernantes comprendían que podían reducir la cantidad de metal en sus monedas, tal y como lo habían hecho anteriormente los comerciantes. Así podían comprar más artículos con la misma cantidad de oro y plata. Un buen ejemplo es el sistema monetario de Roma, donde el continuo envilecimiento de la moneda llevó a que, en tiempos de Aureliano, la moneda básica de plata tenía aproximadamente un 95% de cobre.

El valor de cambio entre el oro y la plata se mantenía estable en torno a 12 unidades de plata equivalentes a una unidad de oro. Hubo situaciones inesperadas que modificaron este patrón de cambio, como la explotación por parte de España de las minas de plata de Potosí, aunque fueron esporádicas. A finales del siglo XIX la razón del cambio estaba en 15,50 unidades de plata por cada unidad de oro.

Jean Bodin escribió en 1576 una obra titulada “Los seis libros de la República” (obsérvese que el vocablo República no tiene nada que ver con su moderna acepción ya que aún faltaban doscientos años para la Revolución Francesa, a raíz de la cual se fundaría la República Francesa). Esta obra es el primer tratado sobre la estructura de un Estado moderno, pese a que él mismo reconoce que se basa en ideas ya expresadas anteriormente por otros pensadores. En su libro sexto y capítulo III analiza en detalle el tema de la moneda, y reconoce que corresponde al gobernante el derecho de acuñación de la misma. Lo siguientes párrafos pertenecen a esa obra:

“La ley y el peso de la moneda debe ser regulado adecuadamente, para que ni príncipes ni súbditos la falsifique a su antojo”.

“La razón de ser de todos los falsificadores, cercenadores y alteradores de moneda, radica en la mezcla de metales”.

En algún momento del siglo XVII se introdujo el papel moneda que tiene su origen en los resguardos de haber depositado algún producto, del tipo de oro o plata, aunque en España se popularizó el resguardo de los vellones de lana merina depositada en los almacenes reales y se llamaban Reales de vellón. Viene a ser un equivalente a las actuales papeletas de los Montes de Piedad relativos a las joyas empeñadas. La gente empezó a aceptar como dinero dichos resguardos para sus transacciones comerciales.

Los billetes emitidos tendrían, en este caso, exactamente el mismo valor que el depósito que reflejan ya que con ellos en la mano se podría dirigir cualquier ciudadano al banco emisor y exigir la entrega de los bienes depositados, sean éstos oro, plata, tabaco o fardos de lana. El banco no tiene, legalmente, capacidad para comerciar con el depósito original y tiene, además, la obligación de garantizar el valor de sus billetes en defensa de aquellos clientes que los adquieran a crédito, ya que si el banco tuviera potestad para modificar el valor de los billetes, emitiendo, por ejemplo, billetes por un valor superior a las mercancías depositadas, el cliente se vería obligado a devolver una mayor cantidad de billetes para que su valor se iguale al del depósito inicial. El banco, además, estaría obligado a informar previamente de la composición de la cesta de bienes respecto a la cual pretende mantener constante el valor de sus billetes.

En 1944, los acuerdos de Bretton Woods modifican todas estas consideraciones y establecen que solamente el dólar norteamericano será convertible en oro. El resto de las monedas tendrán que cambiarse previamente a dólares. De esta forma las monedas, que tenían un valor previamente establecido por su conversión en oro (decían los billetes: “El Banco de España pagará al portador la cantidad de… pesetas”), pasan a convertirse en dinero fiduciario, es decir que no se respalda por metales preciosos ni nada que no sea una promesa de pago por parte de la entidad emisora  y su valor se establece meramente por la confianza en dicha entidad. En 1971 el presidente norteamericano Richard Nixon terminó con la convertibilidad del dólar en oro. A partir de esa fecha el dinero emitido por los distintos países carece por completo de un respaldo material efectivo. En cualquier momento un Estado puede observar que su moneda deja literalmente de tener valor y no le sirve para ninguna transacción ya que se ha perdido la confianza en la misma.

El 15 de diciembre de 1995, un grupo de países pertenecientes a la entonces llamada Comunidad Económica Europea decidieron en Madrid la creación de una moneda única, lo que originó la llamada Zona Euro, ya que el euro fue el nombre de la nueva divisa.

En el año 2000, fecha de su inicio, un dólar americano se cambiaba por  0,9239 euros, y al año siguiente por 0,8956 euros. A partir de aquí el valor del euro se incrementa hasta que actualmente se cambia un euro por 1,36 dólares. Dado que el valor de una moneda depende de dos cosas que son la confianza en su emisor y la confianza en el emisor de la moneda con la que la comparamos, parece que el Banco Central Europeo ofrece más confianza que la Reserva Federal Americana, pero no es así.

Del mismo modo que los gobernantes romanos garantizaban que su moneda era de plata siendo la verdad que era de cobre, los actuales gobernantes hacen lo mismo valiéndose de otros sistemas. A esto se le llama inflación: con la misma cantidad de riqueza se pueden comprar más bienes y servicios porque se puede fabricar más dinero mientras que la suma total del valor del dinero emitido sigue siendo la misma.

Estados Unidos fue el origen de la crisis de 2007 y fueron los primeros en sufrir sus consecuencias. Además se encontraban en medio de una guerra comercial por China a quien había solicitado que revaluara su propia moneda, el Yuan. En uso de su poder mundial y como medida muy eficaz, la Reserva Federal  decidió emitir dólares sin limitación alguna. A consecuencia de esta abundancia de dólares, y por los motivos anteriormente explicados, el valor del dólar disminuyó sensiblemente en relación al euro. No así respecto al Yuan por diversos motivos que no vienen al caso.

La conclusión fue que las mercancías producidas en la zona euro se encarecieron sensiblemente para los norteamericanos y dejaron de ser deseables, mientras que en Europa los productos norteamericanos bajaron de precio y volvieron a ser demandados. Los trabajadores americanos volvieron a tener trabajo y las empresas de los países exportadores europeos incrementaron notablemente sus beneficios, mientras que los países más atrasados en su desarrollo industrial, especialmente los del sur de Europa, entraron en declive y no han sido capaces de remontar la crisis.

Una reflexión falsa nos llevaría a pensar que esta situación es positiva para España dado que es netamente importadora de productos energéticos como el gas y el petróleo y el bajo precio del dólar, moneda en que se pagan estos productos, nos rebaja la factura de forma muy sensible.

La reflexión es falsa y se puede demostrar fácilmente:

  • El principal problema de la economía española es el déficit comercial. Desde 1974, España necesita comprar en el exterior más de lo que es capaz de vender. Solamente con el turismo es capaz de mantener el déficit en tasas no excesivamente escandalosas.
  • El déficit en la balanza comercial hay que pagarlo de tres maneras:

  1. Con cargo a las reservas del Banco de España.
  2. Entregando a los extranjeros el control de las empresas nacionalizadas.
  3. Endeudándose.

  • Dado que esta situación no se puede prolongar eternamente y ya llevamos así cuarenta años, es preciso equilibrar el precio de nuestros productos en euros con el precio de los productos similares existentes en el mercado en dólares.
  • No podemos modificar el valor de nuestra moneda, ya que hemos delegado esta capacidad en el Banco Central Europeo que no opina que, a escala de Zona Euro, sea positivo proceder a una devaluación.
  • Tampoco podemos modificar los tipos de interés para modificar las condiciones de la economía nacional por los mismos motivos. Es una competencia que hemos cedido al Banco Central Europeo cuya finalidad es controlar la inflación y no la mejora de la situación económica.
  • No podemos bajar impuestos, que bajarían el precio final de los productos, ya que a consecuencia del déficit comercial también contamos con un déficit presupuestario que excede notablemente al autorizado por el Tratado de Lisboa.
  • No podemos continuar endeudándonos porque nuestro endeudamiento en relación con el Producto Interior Bruto también supera ampliamente al autorizado por dicho Tratado.
  • Las empresas públicas que sería posible colocar en el mercado para su venta no suponen un peso económico suficiente para mejorar la situación.
  • En conclusión, solo hay una cosa que se pueda hacer: bajar los salarios. Y como los trabajadores son reacios a dejarse bajar el salario debemos obligarles. Empezaremos por recortar el acceso al crédito, así las empresas no pueden financiar sus propuestas industriales e, incluso, se ven obligadas a cerrar. No solo no se crean puestos de trabajo sino que se destruyen. Cuando el nivel de desempleo alcance determinados niveles, ya lo estamos viendo, los trabajadores estarán dispuestos a contratarse por cualquier cantidad. Llevamos varios años en que los salarios bajan en relación al año anterior. Se supone que de esta forma se llegará a establecer un nivel de precios para nuestros productos que los harán competitivos.
  • Pero la parte de la sociedad que no está afectada por la depresión, como pueden ser los funcionarios o los pensionistas, aprovechan estas circunstancias para consumir más productos cuyo precio inicial está basado en el dólar. Y el déficit comercial continúa, aunque se haya moderado circunstancialmente.

El cambio de la moneda, que es el valor del dinero, afecta fundamentalmente al nivel de vida de una Nación. Y si es artificialmente alto, como el caso actual del euro para España, contribuye significativamente a mantener el déficit comercial que origina los mayores problemas económicos de nuestro país:

  1. Falta de actividad industrial.
  2. Desempleo.
  3. Escasez de demanda.
  4. Impuestos excesivos.
  5. Injusta distribución de la riqueza.

 

El dinero es, junto al derecho y la moral, el principal paradigma de la sociedad moderna y, al igual que aquellos, es objeto de una manipulación abusiva por parte de los poderes estatales.

lunes, 19 de mayo de 2014

El Imperialismo


XVII. EL IMPERIALISMO

 

El término imperialismo hace referencia a la actitud, doctrina o acción que conduce al dominio de un estado sobre otro u otros mediante el empleo de la fuerza militar, económica o política.

El imperialismo, como los oligopolios, es una consecuencia inevitable del sistema capitalista y solo se le puede combatir con la aceptación por parte de todos los paises de unas normas estrictas de comportamiento ético que no pasen por una absoluta libertad de mercado, sino por una regulación legal de tales comportamientos.

En la época de la Revolución Industrial (en torno a 1800) los económicamente poderosos, llamados burgueses por Marx, no tenían como objetivo el dominio político y se contentaban con conseguir la preeminencia económica. Incluso cuando estaba establecida como clase dominante dejaba al Estado las decisiones políticas. Lamentablemente llegó un momento en que consideraron necesario para sus fines poder controlar los instrumentos de violencia en poder del Estado. En virtud de que fueran empleados en subyugar territorios ajenos al propio país o, por el contrario, se utilizaran para dictar las leyes y nombrar gobernantes surgieron los imperialismos o las dictaduras.

El origen debemos buscarlo en las colonias comerciales. Son instalaciones que ya existían en la antigüedad, tanto es así que en España ya había colonias fenicias en el año 1.100 A.C. (fecha en que se supone la fundación de Cádiz). Su objetivo era proporcionar unas bases seguras para la red de comercio y, al mismo tiempo, servían de mercados en los que comerciar con los pueblos nativos. Su finalidad era, por tanto, meramente económica. Y hablando en términos modernos podemos decir que se llegó a un momento en que las riquezas obtenidas por los comerciantes merced a sus compras y ventas producían mayor rentabilidad si se invertían en comprar materias primas en remotos mercados solo conocidos por ellos y las vendían en aquellos otros en que eran suficientemente deseadas y su precio, por tanto, era más elevado. Es una explicación comercial perfectamente vigente hoy en día: comprar productos baratos (y si es posible muy baratos) y venderlos con o sin transformar caros (y si es posible muy caros). Era muy rentable invertir sus capitales en establecer una colonia para explotar los recursos naturales y los productos elaborados de una zona.

Pero las colonias estaban expuestas a ser asaltadas por la fuerza y, además, tenían que competir con las colonias fundadas por otros Estados. Para su defensa nada mejor que recurrir al apoyo militar de su propio Estado que se vería así implicado en el establecimiento de las estaciones comerciales y marítimas. El paso siguiente es obvio: ¿por qué asumir ese gasto militar por parte del Estado si los beneficios van a manos de los comerciantes?. Respuesta lógica: hagamos que los propios nativos protejan nuestros intereses comerciales  y, a la vez, que trabajen para ellos en condiciones miserables: que tengan lo justo para no morirse de hambre y poder engendrar hijos para perpetuar el sistema. Fueron varios pueblos los que adoptaron la idea, pero en Europa el ejemplo más conocido es el de la República Romana. Por evolución natural se había llegado al imperialismo que duraría muchos años en todo el mundo conocido y es justo señalar que era un sistema beneficioso para los ciudadanos del Estado principal, aunque lo era menos para los subyugados. Los primeros podían invertir sus capitales en las zonas colonizadas bien por la construcción de viviendas o por la instalación de empresas, normalmente agrícolas y pesqueras, que tenían asegurada la obtención de pingües beneficios gracias al escaso coste de la mano de obra. El resto de los ciudadanos se beneficiaba del gasto de dichos beneficios por parte de los más ricos.

Podríamos suponer que este sistema había sido suprimido tras la Segunda Guerra Mundial con la cruzada llevada a cabo por las Naciones Unidas para terminar con el colonialismo. La Independencia de India en 1947 supuso el fin del Imperio Británico, la del Congo de 1960 el del Imperio Belga y la de Argelia en 1962 apuntaba en el mismo sentido respecto al Imperio Francés. Las colonias portuguesas y españolas no tardarían en seguir el mismo camino. El mundo quedaba dividido en dos grandes superpotencias imperialistas: EE.UU. y la U.R.S.S.

Pero dice el refrán “en el pecado lleva la penitencia” y nunca más cierto que en esta ocasión: la independencia de Palestina y su división en dos Estados, judío y musulmán respectivamente, va a originar una serie de guerras que terminarían por afectar a todo el mundo. Estados Unidos y Holanda, básicamente, sufren el embargo del petróleo en la crisis de 1973 debido a este motivo. Una situación similar pero más virulenta se repitió en 1979. El responsable del uso político de un producto comercial a esas alturas imprescindible para el sistema de vida de los países desarrollados fue una recientemente creada O.P.E.P. , organización de países exportadores de petróleo que se convirtió en oligopolio al controlar más de la mitad de las exportaciones de petróleo de todo el mundo. Las consecuencias de estas crisis fueron sentidas en todo el mundo:

  • En primer lugar la subida de los productos petrolíferos originó una inflación mundial que dejó muy debilitadas las economías de todos los países.
  • El comercio mundial sufrió una grave recesión a consecuencia de lo anterior.
  • El paradigma de política económica hasta entonces considerado válido, el keynesianismo, dejó de ser válido ya que no tenía en cuenta la libertad de circulación de mercancías y capitales que las sucesivas bajadas de aranceles y los tratados de libre comercio posteriormente firmados ni, mucho menos, que un grupo de países, hasta hace poco colonizados, puedan formar un oligopolio y modificar el precio de un artículo básico a su libre albedrío.
  • El sentimiento de indefensión ante la  utilización política de un producto que resultaba imprescindible para mantener el nivel de vida alcanzado.

En consecuencia, cada país se encontró obligado a garantizarse en el futuro el aprovisionamiento de todos aquellos productos que consideraba estratégicos. En un principio eran los energéticos pero se fueron incorporando otros como el uranio y plutonio, necesarios para la construcción de armas nucleares hasta llegar al coltán (columbita-tantalita) necesario para la fabricación de condensadores eléctricos o la situación geográfica estratégica para situar sus fuerzas armadas.

Los nuevos imperialistas utilizan el poder que les confieren sus ejércitos pero también el poder económico que les confiere el control de las finanzas de sus víctimas. Ejemplo de lo primero es la invasión de Iraq (por el petróleo) y de Afganistán (por el coltán y su situación estratégica respecto a Irán) y ejemplo de los segundo tenemos el Consenso de Washington que dicta las políticas económicas a aplicar en Latinoamérica para tener acceso a la financiación del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional, políticas que posteriormente se extendieron a todos los países que solicitan dicha ayuda.

No será estéril que recordemos aquí unos principios fundamentales que nadie pone en duda, y mucho menos los economistas sean del signo que sean:

  1. La riqueza de un país se genera por actos de empresa. El hombre que vende su fuerza de trabajo a una empresa está ejerciendo un acto empresarial de comercio sujeto a la ley de la oferta y la demanda.
  2. El objetivo de cualquier empresa es ganar dinero. Si no fuera éste su objetivo sería una O.N.G., pero nunca una empresa. Si deja de ganar dinero está abocada al cierre.
  3. El funcionamiento de una empresa es comprar o extraer un producto y, posteriormente (quizás tras una transformación), venderlo en el mercado con un beneficio.
  4. Los costes de este proceso para la empresa, globalmente considerados, corresponden a los siguientes conceptos:

  • Terrenos e instalaciones
  • Maquinaria
  • Impuestos
  • Personal
  • Servicios externos
  • Gastos Generales.

  1. Dos empresas exactamente iguales e instaladas en el mismo sitio pueden no soportar los mismos costes por cada unidad de producto si una produce más que la otra. Imaginemos que en la primera se trabaja a un solo turno mientras que en la segunda son tres los turnos de trabajo. La producción será tres veces mayor en la segunda pero sus costos no llegarán a ese nivel porque el segundo y el tercer turnos solo incrementan el coste del personal y de los gastos generales (agua, luz, calefacción, etc.) mientras que el coste de los terrenos, instalaciones y maquinaria no se incrementan: el costo de cada unidad producida es inferior, A esto se le denomina “Economía de Escala”.
  2. Dados que sus competidores bajarán sus costes debido a la economía de escala, toda empresa está obligada a crecer mediante la expansión económica o se verá en riesgo de cerrar al no poder competir en precios.
  3. Cuando el mercado nacional se encuentre saturado, bien por un exceso de producción o bien por un descenso en la demanda de determinado producto, las empresas están obligadas a colocar sus productos en los mercados exteriores o a cerrar por los mismos motivos expuestos anteriormente.
  4. Para poder financiar su expansión internacional las empresas deben utilizar los fondos ahorrados que denominan “Reservas”. (Ya hemos visto que una práctica común es dedicar a Reservas, Amortizaciones y Provisiones (que vienen a ser lo mismo) aproximadamente la mitad de sus beneficios netos).
  5. Además de por los motivos anteriormente expuestos, las empresas están obligadas a rentabilizar este capital de Reservas, bien abriendo nuevas instalaciones, bien en comprar otras empresas del mismo ramo o complementarias de sus productos.
  6. Otra forma de bajar los costos es controlar los procesos anteriores de sus materias primas, de forma que puede manufacturar directamente las mismas y quedarse con el beneficio que ahora entrega a su proveedor o bien explotando directamente los recursos naturales. Es relativamente frecuente que empresas de un país produzcan sus productos en otro país, como el caso de la empresa estadounidense Chiquita Brands que ha comprado enormes territorios en Honduras, Panamá, Costa Rica, Guatemala, Ecuador, Colombia, Nicaragua y Mexico, donde cultiva bananas que son destinadas a la exportación a Estados Unidos. Dejando aparte acusaciones de índole criminal, lo cierto es que ha conseguido bajar el costo de producir bananas ya que el personal de cualquiera de estos países percibe un salario inferior al que percibiría en Estados Unidos, unido a que el precio de compra de los terrenos también ha sido, por una serie de circunstancias inferior al que le costaría en Estados Unidos.
  7. Además de lo expuesto en el punto anterior, las empresas pueden utilizar su expansión internacional para vender aquellos productos para los que no encuentran mercado en su propio país.

Triste es el destino de un país cuya economía pasa a depender de las llamadas multinacionales, que no dejan de ser empresas extranjeras, ya que sus gestores no cesarán de solicitar una disminución en los impuestos, una relajación en la política medioambiental, una eliminación de los convenios colectivos , una disminución del salario mínimo, mayores facilidades de despido libre o cualquier otra demanda que redunde en el incremento de sus beneficios, que es, al fin y al cabo, lo que les incitó a instalarse en ese país. Otro sistema es crear empresas dedicadas a ensamblar sus productos, mayoritariamente fabricados en su país de origen, lógicamente a un coste inferior (incluyendo el transporte) al que les supondría ensamblarlo en su propio país. Un ejemplo evidente es el ensamblado de automóviles, donde las piezas principales, como el motor, vienen del país de la matriz y se le cobran a la dependiente al precio que los gestores estimen oportuno para conseguir un ahorro de impuestos. Con la amenaza, velada o explícita de dar por terminadas sus actividades si no se atienden sus demandas consiguen empobrecer al país huésped sin que sus ciudadanos lo puedan evitar.

En aquellos casos en que el imperialismo se hace patente físicamente la situación de la población es mucho peor. Solo hace falta observar que aunque nunca en la Historia hubo tantos producto materiales y tanta riqueza, las desigualdades entre los ciudadanos de los distintos países siguen creciendo. En estos casos, la embajada del país imperialista se convierte, de facto, en la administración colonial que permite al Gobierno legal mantener un control sobre la vida diaria de los ciudadanos. Esta administración colonial tiene a su disposición las fuerzas armadas de su propio país (policía y servicios secretos) para el cumplimiento de su labor, además de su influencia en las organizaciones financieras internacionales (Banco Mundial y Fondo Monetario Internacional).

La mera existencia de una colonización de corte imperialista tiene sin duda algunos beneficios positivos para los países colonizados dado que es preciso el establecimiento de un mínimo de infraestructuras para dar salida a las materias primas, agrícolas y los productos terminados con destino a la metrópoli y se crean algunos puestos de trabajo, pero son muy superiores las consecuencias negativas dado que, en primer lugar, la economía tradicional es sustituida por otra abocada a la exportación en régimen de monoproducto o, en casos especialmente afortunados, reducida a no más de media docena de productos. Grandes zonas cambian su paisaje para adaptarse a la nueva situación empresarial con severas alteraciones del medio ambiente. La mayor parte de la población autóctona sufre un proceso de proletarización que incrementa la abundante reserva de la mano de obra que queda desocupada por el cierre de las empresas nacionales. Y, en definitiva, la organización administrativa del país colonizado debe cambiar para adaptarse a las necesidades de los colonizadores.

lunes, 12 de mayo de 2014

La Religión


XVI. LA RELIGIÓN

 

Se denomina Religión al conjunto de creencias en relación con lo considerado sagrado y, particularmente, las relacionadas con la divinidad.

Las personas religiosas creen que existió (y sigue existiendo) uno o varios seres responsables de la creación del hombre ya que así fue revelado por nuestros antepasados. Este/os ser/es también les dijeron a nuestros ancestros que también habían creado el Universo. No debemos considerar al ateísmo como lo contrario de la religiosidad pues este papel corresponde, sin duda, al evolucionismo. Los evolucionistas creen que el Universo fue creado por una gran explosión que denominan el Big-Bang y que los compuestos químicos allí generados fueron evolucionando hasta llegar a convertirse en el homo-sapiens. Hay también voces que proclaman que los dioses responsables de la creación del ser humano eran en realidad criaturas mortales llegadas de otro planeta y que por manipulación genética convirtieron a una especie de simios en los humanos actuales.

En las mitologías griega, egipcia, nórdica o maya, por poner solo algunos ejemplos, no se pone en duda la mortalidad de los dioses. Así Cronos castró a su padre Urano y se comía a sus propios hijos, situación similar a la referida en la mitología sumeria donde Anu es castrado por Kumarbi. En la egipcia, Seth castra a Osiris después de haberlo matado y cortado su cuerpo en trozos. En la mitología nórdica, Odín es el dios supremo y no solo será muerto en el Ragnarök o guerra del fin del mundo, sino que además será devorado por un lobo. Respecto a la mitología maya, de acuerdo a los testimonios descritos por Diego de Landa, los mayas decían que Kukulkán existió como una persona que llegó del poniente, antes, después, o al mismo tiempo de que los itzáes  (que son un pueblo maya)  llegaran a Chichén Itzá.

También en la religión cristiana, quien así lo desee, se puede entender que se mencionan varios dioses, no solo por la Santísima Trinidad o por la dualidad entre Dios y Satanás o por la expresión Elohim  (Génesis 32.28) que significa literalmente “dioses”. En el mismo libro (Génesis 6.1-4) se dice que los hijos de Dios tomaron como mujeres a las hijas de los hombres. En el libro de Enoc (capítulo 6.2) a estos hijos de Dios se les denomina Vigilantes y se les menciona como personas físicas a las que Enoc le está permitido visitas en su casa y con las que conversa en términos amistosos. Parece que serían personas físicas y, como tal, sujetas al poder de la muerte. Como dato no del todo anecdótico podemos ver que en Génesis 4.14 sobre la maldición de Caín por la muerte de su hermano se puede leer “…seré errante y extranjero en la tierra; y sucederá que cualquiera que me hallare, me matará”. Son palabras de Caín en el momento en que se supone que como humanos solo existen él mismo y sus padres Adán y Eva por lo que es lícito entender que quien lo podía matar no era un humano.

Pero con ser un tema interesante, pese a haber sido largamente debatido, no es especialmente significativo para nuestro objetivo las elucubraciones sobre las distintas creencias religiosas (o la falta de ellas). Lo que nos interesa en este momento es dejar claro que, al menos para las personas creyentes de una u otra religión, Dios o los dioses crearon al ser humano para que les adorara y les sirviera. Y esto en todas las religiones. Además hay unas personas encargadas de recordarnos permanentemente esta nuestra obligación.

Para resumir: la Tierra, y todo lo que en ella existe, es propiedad de Dios puesto que Él la creó. Los seres humanos fueron creados para dominar la naturaleza y el resto de los seres vivos, servir y alabar a Dios. A eso se reduce la filosofía de la vida. El resto son cuestiones meramente temporales sin trascendencia real para la obtención de la vida eterna, que es el fin ansiado de los creyentes.

Como intermediarios entre la divinidad y los fieles se encuentran los sacerdotes, que conforman una casta con su propia jerarquía. Su obligación fundamental estriba en interpretar los textos sagrados, dirigir el culto y velar por la disciplina religiosa.

El mandato que siguen los Sumos Sacerdotes de cualquier religión es el recogido en  Lucas 19:11-37, en el que el Señor escoge a diez sirvientes y les dice: “tomad una parte de mis propiedades y negociad con ella hasta que vuelva”. El mejor recompensado es aquel que, a su vuelta, le entrega un beneficio neto de nueve veces lo administrado, y aún es válido aquel que le entrega un beneficio de cuatro veces lo administrado, pero es reprendido y castigado aquel que le devuelve lo mismo que le dejó en custodia. Tenemos algún ejemplo del motivo de ser elegidos jerarcas de su Iglesia: los jerifes son descendientes directos del Profeta Muhammad (Mahoma) y entre ellos podemos encontrar al rey Abdala II de Jordania o al rey Mohamed VI de Marruecos en el caso de la religión musulmana. El Papa católico y el Patriarca ortodoxo son sucesores directos del Apóstol San Pedro en quien Jesucristo fundó su Iglesia. El Emperador japonés es a su vez el Sumo Sacerdote de la religión sintoísta dado que desciende directamente de la Diosa del Sol, llamada Amaterasu. En la religión judía los rabinos deben pertenecer a la tribu de Leví y además ser descendientes directos de Aarón, a quien el propio Moisés encomendó  tal labor (Éxodo 32:29).

Solamente desde este punto de vista podemos entender el contraste entre la pobreza y la humildad de la inmensa mayoría de los sacerdotes y la riqueza y la opulencia de su Iglesia: los bienes de la Iglesia pertenecen a Dios y los sacerdotes no hacen más que administrarlos con la intención de poder entregarle, cuando vuelva, diez veces más que la cantidad inicial. También nos permite ver desde otro punto de vista las llamadas guerras de religión que vendrían a tener por objetivo arrebatar tesoros a otro dios para entregárselos al nuestro.

El interés supremo de las distintas Iglesias regidas por sus propios sacerdotes es, pues, promover el culto y la adoración a su propio dios y el respeto a unos determinados principios morales. Todas las demás cuestiones (poder, riquezas, bienestar social, etcétera) quedan relegadas a un segundo plano.

No necesitamos indagar profundamente para averiguar cómo se pueden llevar a cabo de la mejor manera estos principios. Por un puro principio de efectividad, el primer paso para conseguir que los seres humanos acepten a su dios como el verdadero Dios y le rindan homenaje y le entreguen sus pertenencias sería la colaboración indubitada del gobernante de turno. De esta forma las distintas leyes que se promulguen irán siempre a favor de los principios morales establecidos por su divinidad y la conculcación de éstos será considerada desobediencia a las leyes y, por lo tanto, debidamente castigada.

Por el mismo principio de efectividad, resulta conveniente la existencia de un solo gobernante con poderes absolutos o lo más cerca posible a tenerlos. De esta forma se reduce el ámbito de las personas a tener bajo control: el rey y su familia. Unas palabras susurradas a su oído conseguirán importantes donaciones a favor de la Iglesia.

El control sobre el gobernante se produce, por norma general, utilizando tres medios a la vez:

  1. El miedo al castigo eterno. Si el gobernante no favorece el culto a la divinidad se verá aquejado de una sucesión de males el mayor de los cuales será no disfrutar de la vida eterna en compañía de la divinidad.
  2. El control económico de la sociedad. Si las riquezas de la sociedad pertenecen a la Iglesia el margen de maniobra de los gobernantes se reduce a cuestiones secundarias del tipo de garantizar el orden público, ya que se hace efectiva la máxima de quien paga, manda. Tenemos un ejemplo histórico que muestra el poder del tesoro divino: Alejandro Magno emprendió su campaña por Asia Menor desde Grecia  y, en un momento dado,  cambió su dirección para dirigirse a Egipto donde fue coronado como Faraón. Sin embargo la verdadera importancia de su conquista estriba en su visita al oráculo del dios Amón en el templo de Siwa. Éste le reconocerá como su hijo, lo que tendrá la consecuencia de que pueda disponer libremente de los tesoros de su padre que habían sido administrados hasta ese momento por los sacerdotes de Amón. Con este dinero pudo continuar la conquista del imperio persa y llegar hasta la India.
  3. La educación. Los sacerdotes son personas muy cultas y muy preparadas (comentaba un sacerdote católico que ellos pasaban cinco años de estudio para salir soldados rasos, cosa que no ocurre en ninguna otra actividad). Interviniendo en la educación de los líderes se les puede inculcar desde niños el respeto a determinadas normas y el culto a la divinidad.

Un efecto colateral es que, en estas circunstancias, los ciudadanos queda expuestos a un poder dictatorial ostentado “por la gracia de Dios” que les reduce a la condición de semi-esclavos.

También la Historia nos muestra un ejemplo claro de lo anterior:

La publicación de la obra de René Descartes titulada “El discurso del método” dará lugar al surgimiento de otros, como Baruch Spinoza (“Tratado teológico-político”) o Thomas Hobbes(“Leviatán”) hasta llegar a Jean-Jacques Rousseau cuya obra “El Contrato Social” acabará inspirando la Constitución de los Estados Unidos y, posteriormente, la Revolución Francesa. El resultado de estos movimientos (resulta evidente) es el fin de la monarquía absolutista y el nacimiento de la ilustración. Los monarcas absolutistas europeos del momento (Rusia, Austria y Prusia) se reúnen en el llamado Congreso de Verona en 1822 y acuerdan condenar cualquier gobierno liberal y la libertad de prensa por lo que deciden enviar a España a los llamados “100.000 hijos de San Luis” para restaurar el absolutismo y terminar con el movimiento denominado Despotismo ilustrado y las ideas liberales que venía defendiendo el gobierno del momento.

No todas las actuaciones impulsadas por la Iglesia se ejecutan de forma tan cruenta. Algunas se basan en la manipulación y el engaño, pero todas tienen el mismo fin: promover el culto, la adoración y el enriquecimiento de su Iglesia en tanto que representa a su dios. Otro ejemplo interesante es la manipulación de las ideas de Rousseau en relación a la capacidad de decisión de los ciudadanos llevándolas al absurdo. Se postula que los ciudadanos pueden y deben decidir en todos los asuntos que les puedan afectar aunque no tengan conocimientos para valorar las consecuencias de los mismos. Es el caso hipotético de suponer que habría que decidir por mayoría las penas a imponer a unos criminales condenados por robo u homicidio, o si el color de los inodoros de los aeropuertos debe ser blanco o negro. Hay, evidentemente, asuntos de carácter técnico que deben ser decididos por quienes están debidamente dotados de los conocimientos necesarios, pero extendiendo la idea de la necesidad de decidir democráticamente cualquier asunto por técnico que éste sea se reduce al absurdo el ideal del conocimiento y la decisión del pueblo sobre sus propios asuntos y se favorece el control del mismo por parte de los gobernantes que están, a su vez, controlados por la Iglesia.

El anticlericalismo ha sido también, como puede deducirse, manipulado para mutar su idea de evitar el control de la Iglesia por el odio a sus sacerdotes que se limitan a seguir las enseñanzas de su dios, a veces en medio de extrema pobreza y necesidad.

domingo, 4 de mayo de 2014

El poder de los Oligopolios


XV. EL PODER DE LOS OLIGOPOLIOS

 

 

Los oligopolios ejercen su poder en la sociedad por cuatro vías:

  1. El que emana de su dinero y opulencia.
  2. Por el control al Gobierno para el desarrollo legal.
  3. Por el control a los medios de comunicación.
  4. Por el control del mercado al fijar los precios.

En resumen, son los que dirigen realmente a la sociedad y quienes deciden el nivel de vida de los ciudadanos. Más adelante veremos cómo ejercen estos poderes.

Empecemos recordando que en los mercados la competencia es imperfecta: siempre habrá empresas con más poder económico o con una mayor información y que no dudarán en utilizar estos poderes para defenderse de la competencia. Además las propias leyes nunca son inertes: normalmente están redactadas para impedir la entrada en un determinado mercado a las empresas consideradas indeseables, normalmente por suponer una amenaza para las empresas ya establecidas y sus sistemas tecnológicos: es una forma de defender los puestos de trabajo aunque también pueden tener implicaciones de protección del medio ambiente.

Si consideramos que el afán del inversor (está mal visto llamarle capitalista) es aumentar su riqueza, no ha de extrañarnos que este objetivo lleve a las empresas a dedicar una parte de sus beneficios a ampliar la producción. En términos de contabilidad se denomina a este ahorro empresarial como Provisiones y/o Reservas.

Además del interés de sus accionistas en obtener más beneficios, las empresas son presionadas por la competencia ya que para mantener o ampliar su cuota de mercado deben ofrecer menores precios que sus competidores y una forma de conseguirlo es la llamada economía de escala que significa, en esencia, obtener una mayor producción en base a hacer producir durante más horas a su inversión en maquinaria e inmuebles.

En consecuencia, las empresas con éxito aumentan su tamaño mientras que el resto son obligadas a cerrar. Esto conduce inevitablemente a que el mercado se concentre en torno a un pequeño número de empresas que  ofrecen sus productos a la venta y un gran número de compradores. También existe el oligopsonio que corresponde a la situación en que hay muchos vendedores y muy pocos compradores. Por ponerle unas cifras a la idea, que solo suponen una aproximación al tema, diríamos que existe oligopolio cuando menos de diez compradores o vendedores acaparan el 70% del mercado.

El llamado “Consenso de Washington”, diseñado en principio para los países de América Latina y posteriormente aplicado en todos aquellos con dificultades económicas, defendía la disciplina presupuestaria, el cambio de prioridades en el gasto público, la reforma fiscal, la liberalización comercial y la implantación de una política de privatizaciones para reducir la Deuda Pública. La privatización de empresas públicas (como Campsa, Telefónica, Iberia y tantas otras) no sirvió para crear mercados eficientes y competitivos sino grandes oligopolios privados.

Para tener una idea general del conjunto podemos decir que las 35 empresas que integran el llamado Ibex-35 tienen unos beneficios equivalentes al 1,75% del P.I.B. español. Si le sumamos sus gastos en personal y su consumo de otros productos españoles no es difícil entender que su peso en la economía es enorme, máxime si las comparamos con el total de empresas existentes en España que, según la Subdirección General de Apoyo a la PYME del Ministerio de Industria, se situaba a 1 de Enero de 2012 en 3.195.210 empresas, de las cuales tienen más de 250 asalariados un total de 3.794.

Resulta obvio, pues, que la propia estructura del sistema capitalista fomenta la concentración de poder empresarial en unas pocas empresas que procuran impedir la libre competencia mediante el recurso de

  1. Reducir sus costos aplicando la producción en escala.
  2. Comprar a sus competidores mediante la fusión o absorción de los mismos.
  3. Controlar financieramente a sus competidores.
  4. Establecer acuerdos de vinculación.
  5. Forzar la aprobación de leyes que dificulten el acceso al mercado de su sector empresarial.

Veamos cómo lo consiguen:

EL PODER DEL DINERO

La ambición humana es insaciable por lo que la mayor parte de los seres humanos son buenos candidatos a dejarse corromper, y los políticos y sindicalistas no son una excepción. Tanto da que pertenezcan al Poder Ejecutivo como al Legislativo o al Judicial, una buena colocación en una empresa privada al final de su mandato con una retribución anual muy superior a la que cobraba ejerciendo sus funciones de poder es un importante aliciente para tomar decisiones en beneficio de esa supuesta empresa o de un determinado sector empresarial.

Los intereses ciudadanos pasan así a un segundo lugar, siendo prioritaria la seguridad económica personal del político de turno y de su familia.

También se pueden pagar campañas de publicidad a favor o en contra de determinada línea política en función del interés de las empresas que las financian.

EL PODER SOBRE EL GOBIERNO

Al representar una parte sustancial de la riqueza del país y dar trabajo a un número muy considerable de trabajadores, ningún gobierno puede permitirse el lujo de ignorar todas las “sugerencias” que le hagan llegar las principales empresas del país.” Lo que es bueno para la General Motors es bueno para los Estados Unidos, y viceversa“, llegó a decir Charles E. Wilson, Secretario de Defensa de Estados Unidos en 1953.

Cualquier gobernante sensato haría bien en consultar con los oligopolios de cada sector antes de legislar sobre dicho sector empresarial si no quiere encontrarse con dificultades en su política económica, merecidas o no.

Otra forma de ejercer poder sobre los gobiernos es la financiación de grupos de presión constituidos habitualmente en forma de institutos de investigación (sociológica, de mercado, etc.). Sus conclusiones son aireadas por los medios de comunicación afines y sirven para crear un clima de opinión que, se supone, presiona al gobierno para adoptar determinadas opciones favorables a las empresas que han financiado todo el proceso.

EL CONTROL DE LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN

Los oligopolios controlan los medios de comunicación por dos vías: comprándolos total o parcialmente y por medio de la publicidad contratada.

Si consiguen controlar el Consejo de Administración, para lo cual necesitarían en teoría un 50% del capital, pueden decidir sin ningún tipo de discusión la política informativa de dicho medio. De hecho no necesitan el 50% del capital ya que, según el Informe Anual de Gobierno Corporativo de las compañías del IBEX-35 elaborado por la Comisión Nacional del Mercado de Valores y correspondiente al Ejercicio 2012, el porcentaje de acciones propiedad de los miembros de los Consejos de Administración de dichas compañías era del 11%. Quiere esto decir que teniendo un 11% del capital de una empresa se puede controlar absolutamente la misma.

Los medios de comunicación, por su propia dinámica, obtienen sus ingresos de la publicidad. Es decir, no venden información, entretenimiento o cultura  sino que venden espacios publicitarios y con los ingresos obtenidos financian sus gastos y obtienen sus beneficios. Si determinado oligopolio no está de acuerdo con el tipo de información que emite determinado medio puede adoptar, y frecuentemente adopta, la medida de retirarle la publicidad. En la medida de la importancia que como cliente tenga para ese medio estará su poder para que el medio cambien o no su política informativa. Si la medida la toma todo un sector es prácticamente seguro que la política informativa será cambiada y su gestor principal encontrará dificultades para seguir en su puesto.

EL CONTROL DE LOS PRECIOS

Concentrar la oferta en manos de unos pocos conlleva que serán éstos quienes establezcan los precios tanto para los compradores como para sus proveedores, siempre que éstos no sean a su vez otro oligopolio.

El sistema seguido para la fijación de precios fue magistralmente presentado por John Forbes Nash en su “Teoría de los Juegos”, por la que recibió el premio Nobel de Economía en 1994. Para entender el proceso sin entrar en detalles complejos baste decir que en todo oligopolio hay un operador dominante que es quien fija los precios en función de determinados parámetros que incluyen el interés del consumidor por cada producto, el número de competidores y precios que oferta cada uno, las facilidades de los compradores para sustituir ese producto por otro, la evolución de su consumo y muchos parámetros más. En el caso de que apareciese un nuevo competidor con una política de precios agresiva, el dominante puede decidir bajar sus precios hasta el límite que, con la actual legislación, sería su propio precio de compra para, de esta forma, desanimar al osado competidor. El resto de miembros del oligopolio seguirán inmediatamente su política de precios para asegurar su propia cuota de mercado.

El consumidor final verá que el precio que tiene que pagar por su compra es superior al que resultaría en el caso de existir una competencia verdadera (una competencia perfecta, se le llama).

OTROS CONTROLES

Además de lo señalado podemos observar un control sobre los propios capitalistas o inversores ya que los Consejos de Administración de las grandes empresas están desempeñados por personas que no son los propietarios de sus acciones aunque las controlan mediante la delegación de voto. Y en uso de su poder son ellos mismos y no los propietarios de la empresa quienes fijan su propia remuneración.

Ya hemos visto que el dinero es generador de poder por lo que los que ocupan estos puestos de poder burocrático gozan de un poder social que no se corresponde con su participación en el capital de la empresa, o grupo de empresas, que controlan.

¿EXISTEN, DE VERDAD, LOS OLIGOPOLIOS?

Lo primero que se nos vendrá a la mente es Coca-Cola y Pepsi-Cola. Realmente controlan el 70% del mercado mundial de bebidas refrescantes. Pero en nuestro país podemos mencionar más:

BANCA

Según informaciones del Banco Santander del año 2013, entre éste, el BBVA y CAIXABANK, tendrían un 70% de cuota de mercado. Según RR deAcuña & Asociados, estos tres más Bankia tendrían en la actualidad un 60% de cuota.

SEGUROS DE AUTOMÓVILES

Mapfre Automóviles, Axa, Allianz, Mutua Madrileña, Línea Directa  y Zurich tenían en el año 2009 un 62% de cuota de mercado entre las seis.

ELECTRICIDAD

Endesa, Iberdrola y Fenosa acapara en 72% de la cuota de mercado

GASOLINA

Repsol y Cepsa copan el 80% de cuota de mercado

DISTRIBUCION ALIMENTARIA

Mercadona, Carrefour, Eroski, Alcampo y Dia tienen el 64% de cuota de mercado.

 

COMUNICACIONES

 Movistar, Vodafone y Orange llegan al 82% de cuota de mercado.

DISTRIBUCIÓN FARMACEUTICA MAYORISTA

Grupo Cofares, Grupo Farmanova, Grupo Edifa y Grupo Alliance-Helthcare suman el 61% de la cuota de mercado.

TRANSPORTE AEREO EN RUTAS NACIONALES

Iberia + Vueling + Ryanair + Air Europa + Spanair suman un 76% de cuota de mercado.

 

Y podríamos añadir más sectores empresariales, pero solo conseguiríamos decir más de lo mismo: la economía española, como la de la mayoría de países, está en manos de los oligopolios que son los que ostentan el poder real en cualquier país.