VI. HISTORIA DE ESPAÑA
Por la extensión e importancia del tema, vamos
a limitarnos a mencionar los principales hitos acaecidos en la formación del
Reino de España que nos permitan hacernos una visión de conjunto.
En el siglo quinto antes de Cristo el historiador
griego Herodoto se refiere al mítico reino de Tartessos y a su rey Argantonio,
supuestamente ubicado en la costa suroeste de la Península Ibérica, en lo que
parece ser la primera mención histórica del territorio. No obstante, los
primeros escritos que se refieren a ella sin ningún género de duda corresponden
al año 211 A.C. cuando aparece en la Historia con motivo de la decisión de la
República Romana de trasladar su frente de guerra con Cartago a dicha Península
enviando para ello a Publio Cornelio Escipión el Africano.
Los
griegos daban a este territorio el nombre de Iberia debido
a que estaba cruzada por el río Íber, que se identifica con el actual río Ebro.
Los romanos, por su parte, denominaron Hispania a la Península, nombre al
parecer de origen fenicio que significa “tierra de conejos”
Nuestras
primeras referencias escritas proceden de los informes enviados por los
distintos generales, pretores o gobernadores al Senado Romano. Por ellos
conocemos el nombre de algunas de las distintas tribus que poblaban este
territorio y que fueron, de forma un tanto anacrónica, divididas en dos grandes
grupos: los de la zona levantina, ya conocidos como iberos y los del interior a
los que se les identificó como celtas debido a que su cultura era distinta de
los anteriores. Incluso para explicar algunas discordancias se adoptó un tercer
grupo al que se le llamó celtíberos. Englobaron en estos grandes grupos a
pueblos de características muy distintas como pueden ser los vascones y los
vettones.
La
conquista romana prosiguió su curso tras la derrota de los cartagineses y
terminaron por imponer su dominio absoluto del territorio en época del
Emperador César Augusto, quien en el año 19 A.C. considera concluida la
pacificación de Hispania. Siguiendo su costumbre, los romanos no se limitaron a
ejercer el gobierno del nuevo territorio sino que se apropiaron de todas las
tierras que fueron repartidas en lotes a los legionarios que se licenciaban con
lo que lograban, en primer lugar, el agradecimiento de sus soldados y después
el mantenimiento de unas fuerzas de reserva que pudieran ayudar a la legión en caso
de ser necesario. Estas parcelas tenían una extensión variable desde las más
pequeñas de 40.000 metros cuadrados, superficie que se estimaba el mínimo para
la subsistencia de una familia y que podía ser trabajada por dos esclavos hasta
alcanzabar la calificación de
latifundios. La población indígena fue concentrada en castros emplazados en las
inmediaciones de las explotaciones mineras en las que eran obligados a
trabajar.
En el
año 298, el Emperador Diocleciano, a consecuencia de la invasión de francos y
alamanes en torno al año 265, reorganiza su división administrativa y establece
cinco provincias que se llamaron: Tarraconense, Bética, Lusitana, Cartaginense
y Gallaecia-Asturias.
En el
año 409 se produce la invasión por parte de los suevos, alanos y vándalos que
no puede ser impedida por las legiones romanas. En el año 418 el Emperador
Honorio encarga a los visigodos la expulsión de los invasores concediéndole el
territorio liberado como asentamiento en calidad de reino. Geográficamente
llegó a suponer la parte sudoeste de la Galia y la mayor parte del territorio de la península
ibérica. Este territorio se llamó “Reino de Tolosa” que decaería en el llamado
“Reino de Toledo” cuando los francos les arrebatan los territorios ubicados en
la actual Francia. Los visigodos expropiaron a los terratenientes romanos 2/3
de la extensión de cada latifundio (por algo eran amigos de Roma). Este es el
motivo por el que su principal área de asentamiento fuera lo que hoy conocemos
como la Tierra de Campos.
A pesar
de que los visigodos vencieron rápidamente y expulsaron a los vándalos y
alanos, no pudieron hacer lo mismo con los suevos que habían fundado el “Reino Suevo” en el territorio cuyos límites
coincidían con la antigua provincia Gallaecia y que alcanzaba hasta el
territorio de los vascones en los Pirineos. El siguiente mapa, tomado de
Wikipedia, muestra los territorios de las provincias romanas en el año 298.
Y éste,
también tomado de Wikipedia, muestra el territorio del Reino Suevo:
El
siguiente gráfico muestra la provincia romana de Gallaecia:
Estaba
dividido en tres conventos metropolitanos, siguiendo la estructura administrativa
romana, cuyas capitales estaban en Braga, Lugo y Astorga.
Los
visigodos se preocuparon por controlar los territorios con mayor riqueza
agrícola (los llamados Campos Góticos, hoy Tierra de Campos) y establecieron su
capital en la ciudad de Toledo por estar situada en el centro de la península.
Las
relaciones entre suevos y visigodos fueron de respeto aunque no exentas de
algún enfrentamiento armado. Ya el primer rey visigodo (Teodorico I) estableció
una alianza estratégica con los suevos al pedir que el rey de éstos (Requiario)
se case con su hija. Es un caso que habría de repetirse en la historia de los
dos reinos. Sin embargo había una diferencia insalvable entre ambos pueblos:
los suevos eran católicos y se mezclaban con los anteriores pobladores de su
territorio mientras que los visigodos eran arrianos y practicaban una política
de aislamiento respecto a sus súbditos.
El
reino suevo terminó por ser conquistado por el rey visigodo Leovigildo en los
años 575-576, llegando así a su fin y permaneciendo toda la Península bajo la
autoridad de un solo Rey.
En el
año 711, los musulmanes del Califato Omeya invadieron la Península Ibérica y en
el año 720 completaron la ocupación de la misma. En el año 722 se produce la
batalla de Covadonga que da origen a la llamada Reconquista.
Conocemos
la historia de los hechos acaecidos en dicha época por la llamada Crónica
Albeldense, redactada en tiempos del rey Alfonso III El Magno (en el año 881),
es decir 150 años después de la muerte de Don Pelayo. Otras crónicas soy muy
posteriores y están claramente manipuladas.
En uno
de los tres Conventos en que se dividía la Gallaecia (“Convento Asturum de la Gallaecia”), se inició una revuelta que los
musulmanes no pudieron sofocar y que estaba liderada por Don Pelayo.
Esta
sublevación, al Este de la provincia visigótica de Gallaecia (cuyos límites
geográficos coincidían con los de la provincia romana del mismo nombre), estuvo
motivada por la conjunción de dos componentes:
- El religioso, con la discusión sobre la adopción o divinidad de Jesucristo entre el Beato de Liébana y Heterio por un lado y el Arzobispo de Toledo, Elipando, por otro.
- El personal, por el asesinato del padre de Pelayo, el Dux Favila (o Fafila) a manos de Witiza.
Aunque
los musulmanes consideraban que seguía existiendo un solo reino dividido en dos
confesiones religiosas (cristiana al norte y musulmana al sur), la realidad era
más complicada: los cristianos seguían teniendo a su líder religioso (Elipando)
como Arzobispo de Toledo, mientras que en los territorios del norte se seguía
la línea doctrinal del Beato de Liébana. Entre ambos se había declarado un
conflicto insalvable en torno a la doctrina herética de los adopcionistas
(según la cual Jesucristo no sería hijo de Dios, sino que habría sido elegido
por éste para llevar a cabo su labor), defendida por Elipando. El Beato
defendía, por su parte, la divinidad de Jesucristo, opinión que acabaría siendo
compartida por toda la cristiandad. De hecho el adopcionismo fue condenado en
el Concilio de Nicea en el año 787. Como quiera que los musulmanes no hacían
proselitismo y toleraban de buen grado la independencia religiosa de sus
súbditos, si hay que considerar la Reconquista como una guerra de religión
sería entre dos sectas cristianas, como anteriormente lo habían sido las luchas
entre arriano y católicos y posteriormente lo sería entre los católicos y los
luteranos.
El
conflicto religioso va a suponer la ruptura de la provincia de Gallaecia (que se convertirá en el reducto de la
ortodoxia religiosa) con Toledo (que pretende asumir las innovaciones
proislámicas).
En el
año 832, el rey Alfonso II es designado como “totius Galletiae rex” (Rey de
toda la Gallaecia) en los Annales Regni Francorum. Y, después de todo lo
anterior, no nos sorprenderá conocer los límites del Reino de León en época de
Alfonso III El Magno (el mapa, como los anteriores, está obtenido de
Wikipedia):
La
rebelión cobra cuerpo y extiende su territorio hasta el rio Duero y hoy
conocemos esta entidad territorial y religiosa como Reino de León.
En el
año 1065, el Reino de León se divide para formar el Reino de Castilla que será
entregado a Sancho II con lo que entonces era el condado de Castilla y que
comprendía los territorios anteriormente pertenecientes a la provincia
Tarraconense. Su hermano Alfonso VI entra en guerra con él y vuelve a unificar
los reinos, declarándose (y siendo así reconocido por el Papa Gregorio VII) «Emperador de los Reinos Hispanos». Sin
embargo, durante su reinado, Portugal se independizará creando un reino
gobernado por su hija Teresa, que estaba casada con Enrique de Borgoña. Y al
fallecimiento del rey Alfonso VI nuevamente se vuelven a dividir los dos reinos
correspondiendo el de León a su hijo Fernando II (territorio de la provincia
Gallaecia) y el de Castilla a Sancho III (territorio de la provincia
Tarraconense).
La
existencia independiente de los dos reinos continuó hasta que Fernando III El
Santo, rey de Castilla (e hijo del rey Alfonso IX de León) compra el reino de
León a sus medio-hermanas Sancha y Dulce convenciéndolas de la inconveniencia
de librar una guerra para conseguir su objetivo con el argumento de que al ser
mujeres no podían encabezar un ejército y ningún noble iba a hacerlo si no era
en su propio beneficio. Por este pacto, el Reino de León quedaba subordinado al
Reino de Castilla, aunque el rey Fernando supo atraerse a los nobles leoneses
implicándoles en la conquista de Sevilla y otorgándoles tierras en Andalucía
que serían el origen de los actuales latifundios.
Le sucedió su hijo Alfonso X El Sabio quien tuvo
que hacer frente a la revolución de los nobles que le exigían concederles mayor
participación en los ingresos de la Corona y su renuncia a la política
centralizadora, en definitiva la potenciación del sistema feudal por el que los
nobles eran dueños de un territorio y de todo lo que en él se encontrara,
fueran hombres o animales. Así la organización social quedaba estructurada de
la siguiente forma:
- La alta nobleza, poseedora de los latifundios.
- El clero. Las órdenes religiosas son terratenientes y son auténticos señores feudales como los nobles.
- El estado llano: compuesto por
- Los hidalgos que ejercen los oficios manuales y administrativos y, como labradores, cultivan su propia tierra. Pueden elegir entre vivir en tierras pertenecientes al rey o a cualquiera de los nobles.
- Los pecheros o siervos de la gleba que no pueden abandonar las tierras del noble sin pagar antes un rescate. Son los que trabajan y pagan impuestos.
Con él
comienza una época en que el poder de los reyes disminuyó enormemente mientras
que aumentaba en la misma medida el de los señores feudales, representados por
la alta nobleza (duques, marqueses y condes) y el clero.
Alfonso
X introdujo el Derecho Romano mediante el Código de las Siete Partidas que
suprimía los usos y costumbres vigentes en sus diversos territorios y los supeditaba
al nuevo código legal e instauró el Consejo de la Mesta, gremio ganadero que
habría de tener gran importancia en el desarrollo de la vida social en el reino
de Castilla y León. En este momento de la Historia el Reino de León ya se
encontraba claramente subordinado al Reino de Castilla.
Finalmente,
su hijo Sancho y buena parte de la nobleza del reino se rebelaron, llegando a
desposeer a Alfonso X de sus poderes, aunque no del título de rey (1282). Sancho
se alzó como rey sin respetar la voluntad de su padre y fue coronado en Toledo
el 30 de abril de 1284. Fue reconocido por la mayoría de los pueblos y de los
nobles, aunque durante todo su reinado hubo luchas internas y peleas por
alcanzar el poder.
Sancho
murió en 1295, y en abril de 1296 su hermano el infante Juan fue proclamado rey
de León, de Sevilla y de Galicia, título al que renunció en las Cortes de
Valladolid de 1300.
Más al
Este, durante el siglo X, los vascones constituyen en los terrenos de la ciudad
de Pamplona y sus alrededores lo que los Annales regni Francorum denominan
“Reino de Pamplona”, que se expandirá tanto al sur en territorios musulmanes
como al norte de los Pirineos y será posteriormente conocido como “Reino de
Navarra”.
Y aún
más Este, el Imperio Carolingio ocupa el territorio peninsular hasta el rio Ebro
y crea la llamada “Marca Hispánica”, y que en 1035 dará origen al Reino de
Aragón.
En
1512, el rey de Aragón Fernando el Católico conquistó militarmente el reino de
Navarra, que quedó integrado en el de Castilla. Así, al producirse la conquista
de Granada y el fin de la Reconquista en 1492, En la Península Ibérica había
tres reinos independientes: Castilla, Aragón y Portugal. Al fallecimiento de
Isabel La Católica, tanto el reino de Castilla como el de Navarra pasaron a su
hija Juana I que fue declarada loca por su padre con el fin de ser él quien
ejerciera el gobierno en calidad de regente. Y así lo hizo hasta que el marido
de Juana (Felipe el Hermoso) reclamó para sí y obtuvo el derecho de regencia.
El hijo
de Juana y Felipe (Carlos V) usurpó el título de Rey estando viva su madre y no
habiendo abdicado, por lo que seguía siendo la legítima reina. Tuvo que hacerlo
así para imponer fuertes tributos (las Cortes de Valladolid a la vez que le
reconocían como Rey junto a su madre, le otorgaban 600.000 ducados. Las Cortes
de Aragón, 200.000 libras y las Cortes Catalanas 300.000 libras) que le
permitieran sobornar a los príncipes que habría de elegir al nuevo Emperador
del Sacro Imperio Romano Germánico.
España,
como entidad jurídica propia, nace al abdicar Carlos V y retirarse al
Monasterio de Yuste, repartiendo sus reinos entre su hermano Fernando (al que
dejó el gobierno imperial) y su hijo Felipe II el de España y las Indias (amén
de otras propiedades como Flandes, Nápoles o Sicilia). En por eso que el Estado
Español nace en forma de Imperio en el año 1556.
Este
estado de cosas (con ciertas pérdidas territoriales) pervivió hasta el año 1713
en el que por el Tratado de Utrecht perdía sus posesiones en Europa y el
monopolio del comercio con sus posesiones americanas, además de las plazas de
Gibraltar y Menorca (ésta volvería a dominio español), que pasaban a manos
británicas. También en esa época dejaba de ser un Imperio para convertirse en
el REINO DE ESPAÑA, mediante los Decretos de Nueva Planta.
A
partir de la Guerra de la Independencia (1808) y hasta la guerra con Estados
Unidos (1898) España perdió el resto de su territorio situado fuera de
Península Ibérica excepto las Islas Baleares, las Islas Canarias y los
territorios en el Norte de África. Bien es cierto que en 1904 la conferencia de
Algeciras le otorgó el protectorado de una parte de Marruecos y la colonización
de otras zonas en África pero todos esos territorios recuperaron su
independencia o pasaron a depender de otros países (como fue el caso de Ifni y
Sahara) a lo largo del siglo XX.
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