jueves, 13 de febrero de 2014


  1. LA RIQUEZA DE LA SOCIEDAD

 

 

 

La primera definición de “riqueza de la sociedad” que nos viene a la mente es sus recursos naturales, su disponibilidad de mano de obra y su acumulación de metales preciosos y divisas. Aunque no por cierta resulta completa ya que no tiene en cuenta el comercio internacional que permite la generación de capital mediante la exportación de sus productos y que modifica la cantidad de mercancías en poder de sus ciudadanos.

Puesto que el término “mercancía” es necesario para hablar de riqueza no estará de más aclarar su significado: es cualquier cosa que, en virtud de sus propiedades, satisface de forma directa (como medio de vida) o indirecta (como medio de producción) las necesidades humanas de cualquier clase. Y todas ellas tienen una cualidad en común: la de ser productos del trabajo. Para producirlas se ha gastado una fuerza humana de trabajo.

La razón de ser de una sociedad estriba en la protección de sus ciudadanos y en el crecimiento de su riqueza, que ha de redundar en un mayor nivel de vida de los mismos. Esto supone más consumo, más atención sanitaria, más educación, un mejor subsidio de jubilación, una mejor protección por la pérdida de trabajo, quizás un salario social, etcétera. La riqueza generada por un país en el plazo de un año se conoce como Producto Interior Bruto (PIB).

Para incrementar su riqueza, un país debe producir más y vender sus excedentes a otros países (es cierto que también puede incrementar su riqueza sencillamente quitándosela a otros países, pero no es el objeto de este trabajo).

La capacidad para el crecimiento económico de un país viene dada no solo por su capacidad para aprovechar sus recursos naturales sino también aquellos que representan el capital y el trabajo, es decir, aumentar su productividad. Si se invierte más capital en las empresas, éstas pueden comprar una nueva maquinaria que multiplique la producción y si los obreros están cualificados también producirán más.

La productividad del capital y del trabajo dependen de la calidad y de las características de los productos y de la eficiencia con la que se manufacturan. La productividad de los recursos humanos determina los salarios y la productividad del capital determina el beneficio de los inversores. La superioridad técnica, la mejor organización del proceso de producción, la economía en los gastos generales, una alta productividad del trabajo y grandes posibilidades para la obtención de créditos (en resumen: la eficiencia), son las principales ventajas de las grandes empresas, que continuamente aumentan cada vez más su papel en la producción industrial.

El comercio es una actividad profesional encaminada a reunir bienes, conservarlos y ponerlos a disposición. Ofrece oportunidades a todos los países para mejorar su riqueza. Concretamente, el mercado exterior de un país se convierte, por un lado, en su mejor cliente, ya que es allí donde se puede vender la producción local, y por el otro, en el proveedor de bienes necesarios o de importantes recursos en forma de inversión directa, ayudas y préstamos. El comercio internacional permite a una nación aumentar su productividad eliminando para ello la necesidad de producir todos los bienes y servicios dentro de la misma nación, ya que ninguna puede ser competitiva en todo, ni ser exportadora de todo, sin más ni más. Así un país puede especializarse en las industrias y en los sectores donde sus empresas son relativamente más productivas e importar artículos y servicios en los cuales sus compañías son menos productivas que las de los competidores extranjeros. Las importaciones y las exportaciones son, por consiguiente, partes integrantes del aumento de la productividad. La ventaja en el comercio surge de la división del trabajo, de forma que cada trabajador se especializa en aquella tarea que mejor sabe hacer.

El consumo de los ciudadanos representa una variable de extraordinaria importancia porque influye de forma notable en su capacidad de ahorro que, en definitiva, será el motor que financie a las empresas, permitiéndoles aumentar su inversión y generar mayor riqueza. En la medida que el consumo se dirija a los productos nacionales o a los importados dependerá también el aumento o decrecimiento de la actividad económica y, por tanto, la productividad nacional.

La competitividad se define como la capacidad de las empresas, industrias, regiones y naciones para generar ingresos y niveles de empleo altos de una manera sostenible, estando expuesta a la competencia internacional. Debe incluir elementos de productividad, eficiencia y rentabilidad como elementos básicos para alcanzar elevados niveles de vida y de bienestar social.

Un aspecto clave para el comercio internacional es la infraestructura tecnológica ya que Internet ofrece al comercio un nuevo canal de publicidad y comunicación de alcance masivo, un acceso a los usuarios evitando los intermediarios actuales, la formación de empresas virtuales y el desarrollo y la venta de nuevos productos o la sustitución de antiguas mercancías por sus equivalentes digitales. La disponibilidad de sistemas de telecomunicaciones baratos y eficientes, las conexiones a Internet y el desarrollo de la telefonía móvil son algunas de las nuevas prioridades tecnológicas de las naciones que quieren ser competitivas. Estas tecnologías también permiten a las empresas domésticas situar diferentes partes de su producción, investigación y actividades de marketing en diversos países, pues se mantienen unidas a través de los ordenadores y la videoconferencia como si estuviesen localizadas en un mismo país. La educación se ha convertido en el requisito para acceder a la economía basada en el conocimiento, mientras que la tecnología constituye el instrumento a través del cual se aporta educación a la sociedad.

En un entorno global en el que los mercados, los productos, las tecnologías, los competidores, las legislaciones e, incluso, las sociedades enteras cambian a gran velocidad, la innovación continua y el conocimiento que hace posible dicha innovación se han convertido en importantes fuentes de supervivencia y de ventaja competitiva. Por lo que las naciones comienzan a desarrollar políticas no solo para atraer empresas o industrias sino también para cautivas y retener a los mejores talentos.

Hemos visto que los factores de producción de un país son sus recursos naturales, su capital y su mano de obra. Cada país debe especializarse en fabricar aquellos productos que utiliza el factor más abundante. Ahora bien, esto supone que en aquel país con abundancia de capital los salarios serán relativamente altos mientras que los beneficios de los inversores serán relativamente bajos. Y al contrario sucederá en aquel abundante en mano de obra. El libre comercio aumentará el precio o la renta del factor relativamente abundante y reducirá el del factor relativamente escaso, ya que éste tiene que competir con el extranjero. Así, aunque el factor trabajo sea inmóvil entre países, su precio puede cambiar a través del comercio internacional debido a que el trabajo está representado en los bienes. Un país puede cambiar sus dotaciones relativas de factores (capital y trabajo) cambiando sus modelos de inversión.

Las empresas tienden a ser estimuladas por las necesidades y oportunidades del mercado, y si el país doméstico es abundante en capital y el país extranjero abundante en trabajo, entonces el país doméstico exportará productos industriales e importará alimentos.

Las economías de escala ofrecen a las empresas de una nación que son capaces de aprovecharlas una ventaja en costes que las conduce a exportar. Llamamos economía de escala a cualquier situación de producción, incluso la prestación de servicios financieros, en la que el coste por unidad producida disminuye a medida que aumenta el número de unidades producidas. El coste por unidad no debe confundirse con el coste total. Este último aumentará directamente con la cantidad producida independientemente del comportamiento del coste por unidad. Suele producirse por comprar sus productos a mayor escala, o por hacer uso intensivo de su capacidad industrial (p. ej. Estableciendo más turnos de trabajo) o mediante la integración de empresas.

Los gobiernos pueden implantar políticas diseñadas para mejorar la ventaja competitiva en los costes de los factores, que siguen siendo importantes en industrias que dependen de los recursos naturales, en aquellas donde el trabajo no especializado o semiespecializado es la porción dominante del coste total, y en aquellas otras donde la tecnología está ampliamente disponible. Por otro lado, un país puede importar un producto del que podría ser el productor de menor coste si consigue mayor productividad dedicándose a la fabricación de otros bienes. Las empresas logran ventaja frente a los mejores competidores del mundo a causa de la presión y el reto. Se benefician de tener fuertes competidores nacionales, proveedores agresivos radicados en el país y clientes nacionales exigentes. La base doméstica es donde las ventajas competitivas esenciales de la empresa son creadas y mantenidas. La base doméstica será la localización de la mayoría de los trabajos productivos, tecnologías punta y las más avanzadas capacidades.

Cuando la situación nacional permite y apoya una acumulación más rápida de recursos y destrezas especializados, las empresas obtienen ventaja competitiva.

Cuando la situación nacional hace posible obtener información continua y mejorada sobre las necesidades de producto y de proceso, las empresas logran ventaja competitiva.

Cuando la situación nacional presiona a las empresas para innovar e invertir las empresas obtienen ventaja competitiva.

Una nación no hereda, sino que crea sus factores de producción más importantes. La velocidad y la eficacia en su creación y despliegue hacia determinados sectores es mucho más importante que la mera existencia de los mismos. No se pueden cambiar los recursos naturales: el clima, la localización o la demografía, pero si que puede hacerse con los factores especializados: las infraestructuras, la investigación o las comunicaciones, por ejemplo, que son en realidad los factores más importantes y que requieren una continua inversión. Tenemos cinco categorías básicas de factores de producción:

  1. Recursos humanos. Representa la cantidad, la capacidad y el coste del personal.
  2. Recursos físicos. Representa la cantidad, calidad, accesibilidad y coste de los citados recursos físicos (agua, tierra, etc.)
  3. Recursos del conocimiento. Representa el conocimiento científico, técnico y de mercado sobre bienes y servicios que tiene una nación.
  4. Recursos de capital. Representa la cantidad y el coste del capital disponible para realizar inversiones en la industria.
  5. Infraestructuras. Abarca el tipo, la calidad y el coste de uso de la infraestructura disponible que afecta a la competencia, incluyendo el sistema de transportes, las comunicaciones, movimientos financieros, servicios sanitarios, etc.
    La localización próxima de proveedores y usuarios finales permite a ambos tener una comunicación más fluida, un flujo de información más rápido y constante y un intercambio permanente de ideas e innovaciones. Las empresas locales se benefician de los procesos de innovación y mejora de los proveedores locales, al permitirles la identificación de nuevos métodos y oportunidades para sus empresas. Sin embargo, a pesar de que la interacción entre las industrias es sumamente ventajosa, ésta no ocurre automáticamente. Aunque las empresas proveedoras se encuentren geográficamente próximas, la interacción entre las mismas no se producirá si no estuviesen dispuestas a relacionarse entre sí.
    Sin una fuerte rivalidad local, ni el rápido crecimiento de la demanda local ni el tamaño de la misma estimularían la inversión de las empresas. La presencia de rivales nacionales fuertes es un importante estímulo para la ventaja competitiva, pues impulsa a las empresas a innovar y mejorar, creando presión para que inviertan, reduzcan costes, mejoren la calidad y los servicios e innoven en productos y procesos. La concentración geográfica magnifica el poder de la rivalidad interior, ya que cuanto más localizada esté la rivalidad, ésta será más intensa y beneficiosa para las empresas que se ven forzadas a innovar y perciben una presión orientada a la mejora constante de las fuentes de ventaja competitiva. La política antimonopolio juega un papel importante en lo que se refiere a mantener la fortaleza de la rivalidad local.
    El papel del Gobierno debe ser el de actuar como catalizador y estimulador, alentando a las empresas a que eleven sus aspiraciones y niveles de competitividad. La política que tiene éxito es aquella que crea un marco en el que las empresas puedan lograr ventajas competitivas, y no la que hace intervenir al gobierno directamente en el proceso, con la excepción de naciones que están en el inicio del proceso de desarrollo.
    La misión del Gobierno debiera consistir en apoyar la creación de factores especializados en cada región, responsabilizándose de la educación primario y secundaria, la infraestructura, la investigación y la sanidad, propiciando la reducción de los costes de ciertos factores o un tipo de cambio de la moneda que ayude a las empresas a competir más eficazmente en los mercados internacionales, particularmente cuando las fuerzas del mercado no actúan a favor de las empresas locales. Adicionalmente, debe imponer normas estrictas sobre los productos, la seguridad y los temas ambientales que, en lo posible, no absorban recursos ni causen retrasos. Si estas normas no se han extendido aún en el ámbito internacional, las empresas disfrutarán de una ventaja inicial para desarrollar productos y servicios que serán valiosos en otros países.
    La misión del Gobierno conlleva también limitar la cooperación directa entre sectores rivales, si bien una cierta cooperación indirecta puede resultar beneficiosa (por poner un ejemplo: en crear escuelas de negocios o en investigación de mercados exteriores). Además puede influir de forma directa o indirecta en la ventaja competitiva de sus industrias mediante leyes, impuestos y subvenciones.
    Dado que las industrias locales competitivas en el ámbito internacional están en la práctica concentradas geográficamente en forma de galaxias de empresas o polígonos industriales, es una obligación del Gobierno crear e impulsar este tipo de concentración. La mayoría de los integrantes en el polígono no compiten directamente entre sí, sino que atienden a diferentes segmentos. Sin embargo, comparten muchas necesidades y oportunidades y han de hacer frente a limitaciones y obstáculos comunes a todos.
    La integración en polígonos industriales puede facilitar o abaratar el acceso a recursos especializados como seguridad, vigilancia, componentes, maquinarias y personal y se benefician de la concentración de empresas que tienen conocimiento sobre los compradores y se relacionan con ellos.
    Por otro lado, suelen captar las tendencias de los compradores más rápidamente que los competidores aislados y averiguan con más prontitud la aparición de nuevas tecnologías y la disponibilidad de nuevos componentes y máquinas o de nuevos sistemas de ventas y servicios.
    En definitiva: un  país no puede ser competitivo en el ámbito internacional simplemente porque tiene una o dos industrias con éxito, sino que debe tener una multitud de industrias con una fuerte competitividad. Tampoco puede una nación ser considerada competitiva a escala internacional si sus industrias son fuertes debido a algunos factores externos.
    El desarrollo económico de una nación sigue siempre el mismo esquema:

  1. Los empresarios empiezan a depender menos del Gobierno, a invertir a pesar de los riesgos asociados y a buscar economías de escala, convirtiendo a sus recursos humanos en la fuente principal de competitividad internacional.
  2. Desarrollo de industrias relacionadas y afines, y
  3. Expansión de las conexiones entre industrias relacionadas horizontal o verticalmente. En esta fase los bienes y servicios producidos pasan a competir en términos de igualdad con los de los países avanzados y es más importante la labor del directivo que la del empresario. Al aumentar los niveles de renta, los consumidores demandan productos de más calidad y servicio.
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
    Nota: he tomado algunos párrafos de la obra “Modelos de la competitividad internacional. Una aplicación empírica al caso de las Islas Canarias”, ya que reflejan mi opinión mejor que cualquier redacción que yo consiguiera darles.

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