lunes, 26 de mayo de 2014

El dinero


XVIII. EL DINERO

 

 

Dinero es todo medio de intercambio común y generalmente aceptado por una sociedad que es usado para el pago de bienes y servicios.

Se han utilizado como dinero diversos artículos que hoy se nos antojarían como raros o exóticos: el tabaco, las conchas, las cabezas de ganado, etcétera, aunque para todos los efectos prácticos el dinero fue, la mayoría de las veces, un metal más o menos precioso. Se prefería el uso del oro, la plata y el cobre por ser los minerales más escasos en la naturaleza, lo que les garantizaba mantener su valor. También por ese mismo motivo, en algunas épocas se utilizó el hierro.

El sistema utilizado era sencillo y eficaz: el metal se fundía en piezas de un peso preestablecido, y estas piezas eran utilizadas para cambiarlas por los artículos o servicios deseados. Sin embargo, este sistema tenía una debilidad: los propios metalúrgicos podían reducir la cantidad de metal y sustituir esta merma con metales de calidad inferior. Así no era extraño que lo que debiera ser una moneda de oro fuera, en realidad, una moneda de oro y cobre. Como garantía del peso y pureza de las monedas los soberanos empezaron a poner sobre ellas un cuño, lo que se supone daría más confianza a los ciudadanos en el valor de dicha moneda. De paso, el rey se embolsaba una parte del metal en concepto de gastos de acuñación.

La acuñación de monedas era sumamente práctica pero era también una invitación a grandes fraudes públicos. Los gobernantes comprendían que podían reducir la cantidad de metal en sus monedas, tal y como lo habían hecho anteriormente los comerciantes. Así podían comprar más artículos con la misma cantidad de oro y plata. Un buen ejemplo es el sistema monetario de Roma, donde el continuo envilecimiento de la moneda llevó a que, en tiempos de Aureliano, la moneda básica de plata tenía aproximadamente un 95% de cobre.

El valor de cambio entre el oro y la plata se mantenía estable en torno a 12 unidades de plata equivalentes a una unidad de oro. Hubo situaciones inesperadas que modificaron este patrón de cambio, como la explotación por parte de España de las minas de plata de Potosí, aunque fueron esporádicas. A finales del siglo XIX la razón del cambio estaba en 15,50 unidades de plata por cada unidad de oro.

Jean Bodin escribió en 1576 una obra titulada “Los seis libros de la República” (obsérvese que el vocablo República no tiene nada que ver con su moderna acepción ya que aún faltaban doscientos años para la Revolución Francesa, a raíz de la cual se fundaría la República Francesa). Esta obra es el primer tratado sobre la estructura de un Estado moderno, pese a que él mismo reconoce que se basa en ideas ya expresadas anteriormente por otros pensadores. En su libro sexto y capítulo III analiza en detalle el tema de la moneda, y reconoce que corresponde al gobernante el derecho de acuñación de la misma. Lo siguientes párrafos pertenecen a esa obra:

“La ley y el peso de la moneda debe ser regulado adecuadamente, para que ni príncipes ni súbditos la falsifique a su antojo”.

“La razón de ser de todos los falsificadores, cercenadores y alteradores de moneda, radica en la mezcla de metales”.

En algún momento del siglo XVII se introdujo el papel moneda que tiene su origen en los resguardos de haber depositado algún producto, del tipo de oro o plata, aunque en España se popularizó el resguardo de los vellones de lana merina depositada en los almacenes reales y se llamaban Reales de vellón. Viene a ser un equivalente a las actuales papeletas de los Montes de Piedad relativos a las joyas empeñadas. La gente empezó a aceptar como dinero dichos resguardos para sus transacciones comerciales.

Los billetes emitidos tendrían, en este caso, exactamente el mismo valor que el depósito que reflejan ya que con ellos en la mano se podría dirigir cualquier ciudadano al banco emisor y exigir la entrega de los bienes depositados, sean éstos oro, plata, tabaco o fardos de lana. El banco no tiene, legalmente, capacidad para comerciar con el depósito original y tiene, además, la obligación de garantizar el valor de sus billetes en defensa de aquellos clientes que los adquieran a crédito, ya que si el banco tuviera potestad para modificar el valor de los billetes, emitiendo, por ejemplo, billetes por un valor superior a las mercancías depositadas, el cliente se vería obligado a devolver una mayor cantidad de billetes para que su valor se iguale al del depósito inicial. El banco, además, estaría obligado a informar previamente de la composición de la cesta de bienes respecto a la cual pretende mantener constante el valor de sus billetes.

En 1944, los acuerdos de Bretton Woods modifican todas estas consideraciones y establecen que solamente el dólar norteamericano será convertible en oro. El resto de las monedas tendrán que cambiarse previamente a dólares. De esta forma las monedas, que tenían un valor previamente establecido por su conversión en oro (decían los billetes: “El Banco de España pagará al portador la cantidad de… pesetas”), pasan a convertirse en dinero fiduciario, es decir que no se respalda por metales preciosos ni nada que no sea una promesa de pago por parte de la entidad emisora  y su valor se establece meramente por la confianza en dicha entidad. En 1971 el presidente norteamericano Richard Nixon terminó con la convertibilidad del dólar en oro. A partir de esa fecha el dinero emitido por los distintos países carece por completo de un respaldo material efectivo. En cualquier momento un Estado puede observar que su moneda deja literalmente de tener valor y no le sirve para ninguna transacción ya que se ha perdido la confianza en la misma.

El 15 de diciembre de 1995, un grupo de países pertenecientes a la entonces llamada Comunidad Económica Europea decidieron en Madrid la creación de una moneda única, lo que originó la llamada Zona Euro, ya que el euro fue el nombre de la nueva divisa.

En el año 2000, fecha de su inicio, un dólar americano se cambiaba por  0,9239 euros, y al año siguiente por 0,8956 euros. A partir de aquí el valor del euro se incrementa hasta que actualmente se cambia un euro por 1,36 dólares. Dado que el valor de una moneda depende de dos cosas que son la confianza en su emisor y la confianza en el emisor de la moneda con la que la comparamos, parece que el Banco Central Europeo ofrece más confianza que la Reserva Federal Americana, pero no es así.

Del mismo modo que los gobernantes romanos garantizaban que su moneda era de plata siendo la verdad que era de cobre, los actuales gobernantes hacen lo mismo valiéndose de otros sistemas. A esto se le llama inflación: con la misma cantidad de riqueza se pueden comprar más bienes y servicios porque se puede fabricar más dinero mientras que la suma total del valor del dinero emitido sigue siendo la misma.

Estados Unidos fue el origen de la crisis de 2007 y fueron los primeros en sufrir sus consecuencias. Además se encontraban en medio de una guerra comercial por China a quien había solicitado que revaluara su propia moneda, el Yuan. En uso de su poder mundial y como medida muy eficaz, la Reserva Federal  decidió emitir dólares sin limitación alguna. A consecuencia de esta abundancia de dólares, y por los motivos anteriormente explicados, el valor del dólar disminuyó sensiblemente en relación al euro. No así respecto al Yuan por diversos motivos que no vienen al caso.

La conclusión fue que las mercancías producidas en la zona euro se encarecieron sensiblemente para los norteamericanos y dejaron de ser deseables, mientras que en Europa los productos norteamericanos bajaron de precio y volvieron a ser demandados. Los trabajadores americanos volvieron a tener trabajo y las empresas de los países exportadores europeos incrementaron notablemente sus beneficios, mientras que los países más atrasados en su desarrollo industrial, especialmente los del sur de Europa, entraron en declive y no han sido capaces de remontar la crisis.

Una reflexión falsa nos llevaría a pensar que esta situación es positiva para España dado que es netamente importadora de productos energéticos como el gas y el petróleo y el bajo precio del dólar, moneda en que se pagan estos productos, nos rebaja la factura de forma muy sensible.

La reflexión es falsa y se puede demostrar fácilmente:

  • El principal problema de la economía española es el déficit comercial. Desde 1974, España necesita comprar en el exterior más de lo que es capaz de vender. Solamente con el turismo es capaz de mantener el déficit en tasas no excesivamente escandalosas.
  • El déficit en la balanza comercial hay que pagarlo de tres maneras:

  1. Con cargo a las reservas del Banco de España.
  2. Entregando a los extranjeros el control de las empresas nacionalizadas.
  3. Endeudándose.

  • Dado que esta situación no se puede prolongar eternamente y ya llevamos así cuarenta años, es preciso equilibrar el precio de nuestros productos en euros con el precio de los productos similares existentes en el mercado en dólares.
  • No podemos modificar el valor de nuestra moneda, ya que hemos delegado esta capacidad en el Banco Central Europeo que no opina que, a escala de Zona Euro, sea positivo proceder a una devaluación.
  • Tampoco podemos modificar los tipos de interés para modificar las condiciones de la economía nacional por los mismos motivos. Es una competencia que hemos cedido al Banco Central Europeo cuya finalidad es controlar la inflación y no la mejora de la situación económica.
  • No podemos bajar impuestos, que bajarían el precio final de los productos, ya que a consecuencia del déficit comercial también contamos con un déficit presupuestario que excede notablemente al autorizado por el Tratado de Lisboa.
  • No podemos continuar endeudándonos porque nuestro endeudamiento en relación con el Producto Interior Bruto también supera ampliamente al autorizado por dicho Tratado.
  • Las empresas públicas que sería posible colocar en el mercado para su venta no suponen un peso económico suficiente para mejorar la situación.
  • En conclusión, solo hay una cosa que se pueda hacer: bajar los salarios. Y como los trabajadores son reacios a dejarse bajar el salario debemos obligarles. Empezaremos por recortar el acceso al crédito, así las empresas no pueden financiar sus propuestas industriales e, incluso, se ven obligadas a cerrar. No solo no se crean puestos de trabajo sino que se destruyen. Cuando el nivel de desempleo alcance determinados niveles, ya lo estamos viendo, los trabajadores estarán dispuestos a contratarse por cualquier cantidad. Llevamos varios años en que los salarios bajan en relación al año anterior. Se supone que de esta forma se llegará a establecer un nivel de precios para nuestros productos que los harán competitivos.
  • Pero la parte de la sociedad que no está afectada por la depresión, como pueden ser los funcionarios o los pensionistas, aprovechan estas circunstancias para consumir más productos cuyo precio inicial está basado en el dólar. Y el déficit comercial continúa, aunque se haya moderado circunstancialmente.

El cambio de la moneda, que es el valor del dinero, afecta fundamentalmente al nivel de vida de una Nación. Y si es artificialmente alto, como el caso actual del euro para España, contribuye significativamente a mantener el déficit comercial que origina los mayores problemas económicos de nuestro país:

  1. Falta de actividad industrial.
  2. Desempleo.
  3. Escasez de demanda.
  4. Impuestos excesivos.
  5. Injusta distribución de la riqueza.

 

El dinero es, junto al derecho y la moral, el principal paradigma de la sociedad moderna y, al igual que aquellos, es objeto de una manipulación abusiva por parte de los poderes estatales.

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