XVII. EL IMPERIALISMO
El
término imperialismo hace referencia a la actitud, doctrina o acción que
conduce al dominio de un estado sobre otro u otros mediante el empleo de la
fuerza militar, económica o política.
El imperialismo,
como los oligopolios, es una consecuencia inevitable del sistema capitalista y
solo se le puede combatir con la aceptación por parte de todos los paises de
unas normas estrictas de comportamiento ético que no pasen por una absoluta
libertad de mercado, sino por una regulación legal de tales comportamientos.
En la
época de la Revolución Industrial (en torno a 1800) los económicamente
poderosos, llamados burgueses por Marx, no tenían como objetivo el dominio
político y se contentaban con conseguir la preeminencia económica. Incluso
cuando estaba establecida como clase dominante dejaba al Estado las decisiones
políticas. Lamentablemente llegó un momento en que consideraron necesario para
sus fines poder controlar los instrumentos de violencia en poder del Estado. En
virtud de que fueran empleados en subyugar territorios ajenos al propio país o,
por el contrario, se utilizaran para dictar las leyes y nombrar gobernantes
surgieron los imperialismos o las dictaduras.
El
origen debemos buscarlo en las colonias comerciales. Son instalaciones que ya
existían en la antigüedad, tanto es así que en España ya había colonias fenicias
en el año 1.100 A.C. (fecha en que se supone la fundación de Cádiz). Su
objetivo era proporcionar unas bases seguras para la red de comercio y, al
mismo tiempo, servían de mercados en los que comerciar con los pueblos nativos.
Su finalidad era, por tanto, meramente económica. Y hablando en términos modernos
podemos decir que se llegó a un momento en que las riquezas obtenidas por los
comerciantes merced a sus compras y ventas producían mayor rentabilidad si se invertían
en comprar materias primas en remotos mercados solo conocidos por ellos y las
vendían en aquellos otros en que eran suficientemente deseadas y su precio, por
tanto, era más elevado. Es una explicación comercial perfectamente vigente hoy
en día: comprar productos baratos (y si es posible muy baratos) y venderlos con o sin transformar caros (y si es
posible muy caros). Era muy rentable
invertir sus capitales en establecer una colonia para explotar los recursos
naturales y los productos elaborados de una zona.
Pero
las colonias estaban expuestas a ser asaltadas por la fuerza y, además, tenían
que competir con las colonias fundadas por otros Estados. Para su defensa nada
mejor que recurrir al apoyo militar de su propio Estado que se vería así
implicado en el establecimiento de las estaciones comerciales y marítimas. El
paso siguiente es obvio: ¿por qué asumir ese gasto militar por parte del Estado
si los beneficios van a manos de los comerciantes?. Respuesta lógica: hagamos
que los propios nativos protejan nuestros intereses comerciales y, a la vez, que trabajen para ellos en
condiciones miserables: que tengan lo justo para no morirse de hambre y poder
engendrar hijos para perpetuar el sistema. Fueron varios pueblos los que
adoptaron la idea, pero en Europa el ejemplo más conocido es el de la República
Romana. Por evolución natural se había llegado al imperialismo que duraría
muchos años en todo el mundo conocido y es justo señalar que era un sistema
beneficioso para los ciudadanos del Estado principal, aunque lo era menos para
los subyugados. Los primeros podían invertir sus capitales en las zonas
colonizadas bien por la construcción de viviendas o por la instalación de
empresas, normalmente agrícolas y pesqueras, que tenían asegurada la obtención
de pingües beneficios gracias al escaso coste de la mano de obra. El resto de
los ciudadanos se beneficiaba del gasto de dichos beneficios por parte de los
más ricos.
Podríamos
suponer que este sistema había sido suprimido tras la Segunda Guerra Mundial
con la cruzada llevada a cabo por las Naciones Unidas para terminar con el
colonialismo. La Independencia de India en 1947 supuso el fin del Imperio
Británico, la del Congo de 1960 el del Imperio Belga y la de Argelia en 1962
apuntaba en el mismo sentido respecto al Imperio Francés. Las colonias
portuguesas y españolas no tardarían en seguir el mismo camino. El mundo
quedaba dividido en dos grandes superpotencias imperialistas: EE.UU. y la
U.R.S.S.
Pero
dice el refrán “en el pecado lleva la penitencia” y nunca más cierto que en
esta ocasión: la independencia de Palestina y su división en dos Estados, judío
y musulmán respectivamente, va a originar una serie de guerras que terminarían
por afectar a todo el mundo. Estados Unidos y Holanda, básicamente, sufren el
embargo del petróleo en la crisis de 1973 debido a este motivo. Una situación
similar pero más virulenta se repitió en 1979. El responsable del uso político
de un producto comercial a esas alturas imprescindible para el sistema de vida
de los países desarrollados fue una recientemente creada O.P.E.P. ,
organización de países exportadores de petróleo que se convirtió en oligopolio al
controlar más de la mitad de las exportaciones de petróleo de todo el mundo.
Las consecuencias de estas crisis fueron sentidas en todo el mundo:
- En primer lugar la subida de los productos petrolíferos originó una inflación mundial que dejó muy debilitadas las economías de todos los países.
- El comercio mundial sufrió una grave recesión a consecuencia de lo anterior.
- El paradigma de política económica hasta entonces considerado válido, el keynesianismo, dejó de ser válido ya que no tenía en cuenta la libertad de circulación de mercancías y capitales que las sucesivas bajadas de aranceles y los tratados de libre comercio posteriormente firmados ni, mucho menos, que un grupo de países, hasta hace poco colonizados, puedan formar un oligopolio y modificar el precio de un artículo básico a su libre albedrío.
- El sentimiento de indefensión ante la utilización política de un producto que resultaba imprescindible para mantener el nivel de vida alcanzado.
En consecuencia,
cada país se encontró obligado a garantizarse en el futuro el aprovisionamiento
de todos aquellos productos que consideraba estratégicos. En un principio eran
los energéticos pero se fueron incorporando otros como el uranio y plutonio,
necesarios para la construcción de armas nucleares hasta llegar al coltán
(columbita-tantalita) necesario para la fabricación de condensadores eléctricos
o la situación geográfica estratégica para situar sus fuerzas armadas.
Los
nuevos imperialistas utilizan el poder que les confieren sus ejércitos pero
también el poder económico que les confiere el control de las finanzas de sus
víctimas. Ejemplo de lo primero es la invasión de Iraq (por el petróleo) y de
Afganistán (por el coltán y su situación estratégica respecto a Irán) y ejemplo
de los segundo tenemos el Consenso de Washington que dicta las políticas
económicas a aplicar en Latinoamérica para tener acceso a la financiación del
Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional, políticas que posteriormente
se extendieron a todos los países que solicitan dicha ayuda.
No será
estéril que recordemos aquí unos principios fundamentales que nadie pone en
duda, y mucho menos los economistas sean del signo que sean:
- La riqueza de un país se genera por actos de empresa. El hombre que vende su fuerza de trabajo a una empresa está ejerciendo un acto empresarial de comercio sujeto a la ley de la oferta y la demanda.
- El objetivo de cualquier empresa es ganar dinero. Si no fuera éste su objetivo sería una O.N.G., pero nunca una empresa. Si deja de ganar dinero está abocada al cierre.
- El funcionamiento de una empresa es comprar o extraer un producto y, posteriormente (quizás tras una transformación), venderlo en el mercado con un beneficio.
- Los costes de este proceso para la empresa, globalmente considerados, corresponden a los siguientes conceptos:
- Terrenos e instalaciones
- Maquinaria
- Impuestos
- Personal
- Servicios externos
- Gastos Generales.
- Dos empresas exactamente iguales e instaladas en el mismo sitio pueden no soportar los mismos costes por cada unidad de producto si una produce más que la otra. Imaginemos que en la primera se trabaja a un solo turno mientras que en la segunda son tres los turnos de trabajo. La producción será tres veces mayor en la segunda pero sus costos no llegarán a ese nivel porque el segundo y el tercer turnos solo incrementan el coste del personal y de los gastos generales (agua, luz, calefacción, etc.) mientras que el coste de los terrenos, instalaciones y maquinaria no se incrementan: el costo de cada unidad producida es inferior, A esto se le denomina “Economía de Escala”.
- Dados que sus competidores bajarán sus costes debido a la economía de escala, toda empresa está obligada a crecer mediante la expansión económica o se verá en riesgo de cerrar al no poder competir en precios.
- Cuando el mercado nacional se encuentre saturado, bien por un exceso de producción o bien por un descenso en la demanda de determinado producto, las empresas están obligadas a colocar sus productos en los mercados exteriores o a cerrar por los mismos motivos expuestos anteriormente.
- Para poder financiar su expansión internacional las empresas deben utilizar los fondos ahorrados que denominan “Reservas”. (Ya hemos visto que una práctica común es dedicar a Reservas, Amortizaciones y Provisiones (que vienen a ser lo mismo) aproximadamente la mitad de sus beneficios netos).
- Además de por los motivos anteriormente expuestos, las empresas están obligadas a rentabilizar este capital de Reservas, bien abriendo nuevas instalaciones, bien en comprar otras empresas del mismo ramo o complementarias de sus productos.
- Otra forma de bajar los costos es controlar los procesos anteriores de sus materias primas, de forma que puede manufacturar directamente las mismas y quedarse con el beneficio que ahora entrega a su proveedor o bien explotando directamente los recursos naturales. Es relativamente frecuente que empresas de un país produzcan sus productos en otro país, como el caso de la empresa estadounidense Chiquita Brands que ha comprado enormes territorios en Honduras, Panamá, Costa Rica, Guatemala, Ecuador, Colombia, Nicaragua y Mexico, donde cultiva bananas que son destinadas a la exportación a Estados Unidos. Dejando aparte acusaciones de índole criminal, lo cierto es que ha conseguido bajar el costo de producir bananas ya que el personal de cualquiera de estos países percibe un salario inferior al que percibiría en Estados Unidos, unido a que el precio de compra de los terrenos también ha sido, por una serie de circunstancias inferior al que le costaría en Estados Unidos.
- Además de lo expuesto en el punto anterior, las empresas pueden utilizar su expansión internacional para vender aquellos productos para los que no encuentran mercado en su propio país.
Triste
es el destino de un país cuya economía pasa a depender de las llamadas
multinacionales, que no dejan de ser empresas extranjeras, ya que sus gestores
no cesarán de solicitar una disminución en los impuestos, una relajación en la
política medioambiental, una eliminación de los convenios colectivos , una
disminución del salario mínimo, mayores facilidades de despido libre o
cualquier otra demanda que redunde en el incremento de sus beneficios, que es,
al fin y al cabo, lo que les incitó a instalarse en ese país. Otro sistema es crear
empresas dedicadas a ensamblar sus productos, mayoritariamente fabricados en su
país de origen, lógicamente a un coste inferior (incluyendo el transporte) al
que les supondría ensamblarlo en su propio país. Un ejemplo evidente es el
ensamblado de automóviles, donde las piezas principales, como el motor, vienen
del país de la matriz y se le cobran a la dependiente al precio que los
gestores estimen oportuno para conseguir un ahorro de impuestos. Con la
amenaza, velada o explícita de dar por terminadas sus actividades si no se
atienden sus demandas consiguen empobrecer al país huésped sin que sus
ciudadanos lo puedan evitar.
En
aquellos casos en que el imperialismo se hace patente físicamente la situación
de la población es mucho peor. Solo hace falta observar que aunque nunca en la
Historia hubo tantos producto materiales y tanta riqueza, las desigualdades
entre los ciudadanos de los distintos países siguen creciendo. En estos casos,
la embajada del país imperialista se convierte, de facto, en la administración
colonial que permite al Gobierno legal mantener un control sobre la vida diaria
de los ciudadanos. Esta administración colonial tiene a su disposición las
fuerzas armadas de su propio país (policía y servicios secretos) para el
cumplimiento de su labor, además de su influencia en las organizaciones
financieras internacionales (Banco Mundial y Fondo Monetario Internacional).
La mera
existencia de una colonización de corte imperialista tiene sin duda algunos
beneficios positivos para los países colonizados dado que es preciso el
establecimiento de un mínimo de infraestructuras para dar salida a las materias
primas, agrícolas y los productos terminados con destino a la metrópoli y se
crean algunos puestos de trabajo, pero son muy superiores las consecuencias
negativas dado que, en primer lugar, la economía tradicional es sustituida por
otra abocada a la exportación en régimen de monoproducto o, en casos
especialmente afortunados, reducida a no más de media docena de productos.
Grandes zonas cambian su paisaje para adaptarse a la nueva situación empresarial
con severas alteraciones del medio ambiente. La mayor parte de la población
autóctona sufre un proceso de proletarización que incrementa la abundante
reserva de la mano de obra que queda desocupada por el cierre de las empresas
nacionales. Y, en definitiva, la organización administrativa del país colonizado
debe cambiar para adaptarse a las necesidades de los colonizadores.
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