IX. LA MANIPULACIÓN DE LAS MASAS
Segunda Parte
Las
masas electorales (aquellas colectividades investidas del poder de elegir a los
ejecutores de ciertas funciones) constituyen masas heterogéneas pero, como su
acción queda confinada a una sola y claramente determinada cuestión y que
consiste en adoptar entre diferentes candidatos, presentan solamente algunas de
las características previamente descritas. De las características peculiares de
las masas presentan solo la escasa aptitud para razonar, la ausencia de
espíritu crítico, irritabilidad, credulidad y simplicidad. Más allá de eso, en
su decisión puede rastrearse la influencia de los conductores de masas y la
parte que juegan los factores que hemos enumerado: afirmación, repetición,
prestigio y contagio.
Talento
y hasta genialidad no son elementos seriamente importantes. Por el contrario,
es de capital importancia que el candidato posea prestigio, esto es, que sea
capaz de imponerse al electorado sin discusión. La razón por la cual los
electores raramente eligen a un hombre de entre sus propias filas para
representarlos es la de que una persona así no goza de prestigio entre ellos. Cuando,
por casualidad, eligen a un hombre de entre sus propias filas para
representarlos es, normalmente, por razones secundarias: humillar a un hombre
eminente, o bien a un influyente empresario de quien el elector depende
cotidianamente y sobre el cual, de este modo, tiene la ilusión de enseñorearse
por un momento.
Sin
embargo, la posesión de prestigio no es suficiente para asegurar el éxito de un
candidato. El elector es sensible, en particular, al halago de su codicia y de
su vanidad. Tiene que ser cubierto de adulonerías y no debe haber vacilación
alguna en hacerle las más fantásticas promesas. Si se comunica con obreros es
imposible ir demasiado lejos en el insulto y la desacreditación de los
empresarios. En cuanto al candidato rival, se deberá hacer un esfuerzo para
destruir sus posibilidades estableciendo, por medio de afirmaciones,
repeticiones y contagio, que es un absoluto rufián siendo, como es, de conocimiento público que es culpable de
varios crímenes. Por supuesto es inútil tomarse el trabajo de ofrecer cualquier
cosa parecida a una prueba. Si el adversario no está bien familiarizado con la
psicología de masas, tratará de justificarse con argumentos en lugar de
replicar a una serie de afirmaciones con otra, y no tendrá oportunidad alguna
de tener éxito.
El
programa escrito del candidato no debería ser demasiado categórico puesto que,
más adelante, sus adversarios podrían esgrimirlo en su contra; en su programa
verbal, sin embargo, no puede haber demasiada exageración. Las reformas más
importantes pueden ser audazmente prometidas. En el momento en que son hechas, estas
exageraciones producen un gran efecto y no resultan comprometedoras para el
futuro siendo que es un hecho de observación reiterada que el elector nunca se
toma el trabajo de averiguar en qué medida el candidato elegido ha ejecutado el
programa que el elector aplaudió y en virtud del cual se supone que ganó las
elecciones.
En lo
que precede, todos los factores de persuasión descritos deben ser respetados.
Un orador que sabe utilizar estos medios de persuasión puede hacer lo que se le
antoje con una masa. Expresiones tales como capitalismo salvaje, viles
explotadores, el honrado trabajador, la socialización de la riqueza, etc.
siempre producen el mismo efecto aun cuando estén algo gastadas por el uso.
Pero el candidato que esgrime una nueva fórmula, tan carente como sea posible
de un significado preciso e indicada, por consiguiente, para halagar a las más
variadas aspiraciones, infaliblemente obtendrá éxito.
En
cuanto a la influencia que puede ser ejercida por el razonamiento sobre la
mente de los electores, el albergar la menor duda sobre este aspecto sólo puede
ser el resultado de no haber asistido jamás a un mitin electoral. En estas
reuniones se intercambian afirmaciones, insultos y descalificaciones, pero
nunca argumentos.
¿Cómo,
se pregunta uno, podría un elector formarse una opinión bajo tales condiciones?
Pero el hacer esta pregunta es hacerse extrañas ilusiones en cuanto a la medida
de libertad que puede gozar una colectividad. Las masas tienen opiniones que
les han sido impuestas, pero nunca profieren opiniones razonadas. En este caso,
la opinión y los votos de los electores se hallan en manos de los comités
electorales y ejercer una influencia sobre estos comités no es difícil, siempre
y cuando el candidato sea, en sí, aceptable y posea adecuados recursos
financieros. Tal es la psicología de las masas electorales. Es idéntica a la de
otras masas: ni mejor ni peor.
El
sistema para manipular la opinión de las masas queda establecido, como bien
saben los publicistas, como sigue:
- PRIMERA FASE. Corresponde a la fase de percepción: el individuo toma conocimiento (en ocasiones incluso a pesar suyo) de una novedad técnica o una nueva idea, sin estar informado de sus detalles y sin conocer nada más respecto al tema. Para ello se usa la técnica de la afirmación y la repetición.
- SEGUNDA FASE. Corresponde a la fase de interés. La afirmación se ha incrustado en el subconsciente del individuo que desarrolla cierto interés y trata de encontrar informaciones complementarias sobre la estructura y la función de esta innovación.
- TERCERA FASE. Corresponde a la fase de evaluación. El individuo evalúa las informaciones reunidas en el curso de la segunda fase y lo hace en relación a sus propias disposiciones, a sus experiencias personales y a sus anticipaciones en cuanto a los efectos probables de una eventual aceptación.
- CUARTA FASE. Corresponde a la fase de ensayo. El individuo realiza una auto demostración de la innovación, es decir que controla de manera empírica la decisión positiva que ha tomado durante la cuarta fase.
- QUINTA FASE. Corresponde a la fase final. Es la de la aceptación definitiva o de la adopción (el individuo se decide a aceptar la innovación y a utilizarla sin ninguna reserva y con intención de conservarla.
La
rapidez con las que suceden estas cinco fases depende esencialmente de la
personalidad de las personas alcanzadas por una innovación y de la red de
comunicación con la que tienen contacto. Y el resultado final puede ser muy
distinto de que transcurran de forma aislada o lo hagan formando parte de una
masa por los motivos anteriormente descritos.
El
capitalismo no es solo el medio de producción más dinámico sino que al producir
un excedente de mercancías tiene que producir también a los consumidores de las
mismas. Para ello necesita convencer al público de que en la apropiación de las
cosas está su felicidad. A través de los medios de comunicación de masas
(prensa, radio y televisión) las grandes empresas educan, modelan, las
conciencias del público por medio de la cautivadora, fascinante y eficaz publicidad
televisiva, hasta el extremo de convertirlo en sujeto de experimentación y
ensayo para todas sus campañas.
Es
imposible exagerar no ya la influencia, sino el dominio que los medios de
comunicación ejercen sobre los seres humanos, empezando por la fascinación que
alcanzan sobre los gustos, los deseos y, en definitiva, sobre las mentes de
todos. Con el agravante de que los hombres se sienten felices y satisfechos,
sin ser conscientes de que son manipulados. No necesitan pensar, ¿para qué iban
a hacerlo?, otros piensan y deciden por ellos.
Y, una
vez diseñado el sistema, es aprovechado por otros cuyos fines son menos claros
que los declarados de incrementar las ventas.
La Operación Sinsonte fue una campaña
secreta de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) para influir en los medios
de comunicación de masas iniciada en la década de 1950. (El sinsonte es un ave
que engaña a las demás imitando su canto).
A partir de 1953 la red tenía una influencia mayor sobre al
menos 25 periódicos y servicios de noticias, entre ellos los siguientes: CBS,
Time, Life Magazine, New York Times, Washington Post, Washington Star, Miami
News, Louisville Courier-Journal, Copley News Services y Christian Science
Monitor.
De esta forma se utilizaban de forma descarada los medios de
comunicación para manipular a los ciudadanos silenciando unas noticias y
falseando otras. Obviamente se magnificaban aquellas noticias que les
interesaban a los Estados Unidos.
Goebbels, Ministro alemán de Propaganda en la época de
Hitler plasmó en once principios la forma de manipular a las masas:
- Principio de simplificación y del enemigo único: adoptar una única idea, un único símbolo. Individualizar al adversario en un único enemigo.
- Principio del método de contagio: Reunir diversos adversarios en una sola categoría o individuo. Los adversarios han de constituirse en suma individualizada.
- Principio de la transposición: Cargar sobre el adversario los propios errores o defectos, respondiendo al ataque con el ataque. Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan.
- Principio de la exageración y desfiguración: Convertir cualquier anécdota, por pequeña que sea, en amenaza grave.
- Principio de la vulgarización: Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa: además tienen gran facilidad para olvidar.
- Principio de orquestación: La propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente, presentarlas una y otra vez desde diferentes perspectivas, pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto. Sin fisuras ni dudas. De aquí viene también la famosa frase: “si una mentira se repite lo suficiente, acabará por convertirse en verdad”.
- Principio de renovación: Hay que emitir constantemente informaciones y argumentos nuevos a un ritmo tal que, cuando el adversario responda, el público esté ya interesado en otra cosa. Las respuestas del adversario nunca han de poder contrarrestar el nivel creciente de acusaciones.
- Principio de verosimilitud: Construir argumentos a partir de fuentes diversas, a través de los llamados globos sonda o de informaciones fragmentarias.
- Principio de la silenciación: Acallar las cuestiones sobre las que no se tienen argumentos y disimular las noticias que favorecen al adversario, también contraprogramando con la ayuda de medios de comunicación afines.
- Principio de la transfusión: Por regla general, la propaganda opera siempre a partir de un sustrato preexistente, ya sea una mitología nacional o un complejo de odios y prejuicios tradicionales. Se trata de difundir argumentos que puedan arraigar en actitudes primitivas.
- Principio de la unanimidad: Llegar a convencer a mucha gente de que piensa “como todo el mundo”, creando una falsa impresión de unanimidad.
Hoy en día las técnicas y los medios para la difusión de las
ideas han aumentado sensiblemente. Por tanto las estrategias seguidas son
ligeramente distintas aunque siempre dentro de la misma línea. El lingüista
Noam Chomsky estudió la situación en profundidad y elaboró la lista de “las 10
Estrategias de Manipulación”:
- La estrategia de la distracción. El elemento primordial del control social es la estrategia de la distracción que consiste en desviar la atención del público de los problemas importantes y de los cambios decididos por las élites políticas y económicas, mediante la técnica del diluvio o inundación de continuas distracciones y de informaciones insignificantes. La estrategia de la distracción es igualmente indispensable para impedir al público interesarse por los conocimientos esenciales, en el área de la ciencia, la economía, la psicología, la neurobiología y la cibernética. “Mantener la atención del público distraída, lejos de los verdaderos problemas sociales, cautivada por temas sin importancia real. Mantener al público ocupado, ocupado, ocupado, sin ningún tiempo para pensar; de vuelta a la granja como los otros animales”.
- Crear problemas y después ofrecer soluciones. Este método también es llamado “problema-reacción-solución”. Se crea un problema, una “situación” prevista para causar cierta reacción en el público, a fin de que éste sea el demandante de las medidas que se desea hacer aceptar. Por ejemplo: dejar que se desenvuelva o se intensifique la violencia urbana, u organizar atentados sangrientos, a fin de que el público sea el demandante de leyes de seguridad y políticas en perjuicio de la libertad. O también: crear una crisis económica para hacer aceptar como un mal necesario el retroceso de los derechos sociales y el desmantelamiento de los servicios públicos.
- La estrategia de la gradualidad. Para lograr que se acepte una medida inaceptable, basta aplicarla gradualmente, a cuentagotas, por años consecutivos. Es de esa manera que condiciones socioeconómicas radicalmente nuevas fueron impuestas durante las décadas de 1980 y 1990: Estado mínimo, privatizaciones, precariedad, flexibilidad, desempleo en masa, salarios que ya no aseguran ingresos decentes, tantos cambios que hubieran provocado una revolución si hubiesen sido aplicados de una sola vez.
- La estrategia de diferir. Otra manera de hacer aceptar una decisión impopular es la de presentarla como “dolorosa y necesaria”, obteniendo la aceptación pública, en el momento, para una aplicación futura. Es más fácil aceptar un sacrificio futuro que un sacrificio inmediato. Primero, porque el esfuerzo no es empleado inmediatamente. Luego, porque el público, la masa, tiene siempre la tendencia a esperar ingenuamente que “todo irá mejor mañana” y que el sacrificio exigido podrá ser evitado. Esto da más tiempo al público para acostumbrarse a la idea del cambio y de aceptarla con resignación cuando llegue el momento.
- Dirigirse al público como criaturas de poca edad. La mayoría de la publicidad dirigida al gran público utiliza discurso, argumentos, personajes y entonación particularmente infantiles, muchas veces próximos a la debilidad, como si el espectador fuese una criatura de poca edad o un deficiente mental. Cuanto más se busque engañar al espectador, más se tiende a adoptar un tono infantilizante. ¿Por qué? “Si uno se dirige a una persona como si ella tuviese la edad de 12 años o menos, entonces, en razón de la sugestionabilidad, ella tenderá, con cierta probabilidad, a una respuesta o reacción también desprovista de un sentido crítico como la de una personal de 12 años o menos de edad”.
- Utilizar el aspecto emocional mucho más que la reflexión. Hacer uso del aspecto emocional es una técnica clásica para causar un cortocircuito en el análisis racional, y finalmente al sentido crítico de los individuos. Por otra parte, la utilización del registro emocional permite abrir la puerta de acceso al inconsciente para implantar o injertar ideas, deseos, miedos y temores, compulsiones, o inducir comportamientos.
- Mantener al público en la ignorancia y la mediocridad. Hacer que el público sea incapaz de comprender las tecnologías y los métodos utilizados para su control y su esclavitud. “La calidad de la educación dada a las clases sociales inferiores debe ser la más pobre y mediocre posible, de forma que la distancia de la ignorancia que planea entre las clases inferiores y las clases sociales superiores sea y permanezca imposible de alcanzar para las clases inferiores”.
- Estimular al público a ser complaciente con la mediocridad. Promover al público a creer que es moda el hecho de ser estúpido, vulgar e inculto.
- Reforzar la auto culpabilidad. Hacer creer al individuo que es solamente él el culpable por su propia desgracia, por causa de la insuficiencia de su inteligencia, de sus capacidades, o de sus esfuerzos. Así, en logar de rebelarse contra el sistema económico, el individuo se auto desvalida y se culpa, lo que genera un estado depresivo, uno de cuyos efectos es la inhibición de su acción. Y sin acción no hay revolución.
- Conocer a los individuos mejor de lo que ellos mismos se conocen. En el transcurso de los últimos 50 años, los avances acelerados de la ciencia han generado una creciente brecha entre los conocimientos del público y aquellos poseídos y utilizados por las élites dominantes. Gracias a la biología, la neurobiología y la psicología aplicada, el “sistema” ha disfrutado de un conocimiento avanzado del ser humano, tanto de forma física como psicológicamente. El sistema ha conseguido conocer mejor al individuo común de lo que él se conoce a sí mismo. Esto significa que, en la mayoría de los casos, el sistema ejerce un control mayor y un gran poder sobre los individuos, mayor que el de los individuos sobre sí mismos.
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